1.- Hoy, fiesta de la Transfiguración del Salvador, del titular de esta Parroquia en el barrio de La Marina de Vila, nos reunimos para celebrar esta fiesta. Un hecho siempre importante, y por eso nos lo entregó Jesús en el primer Jueves Santo de la historia, es la celebración de la Eucaristía, momento en el que escuchamos la Palabra de Dios para ayuda y enseñanza nuestra, acercarnos más a Jesús y reforzar esa presencia y cercanía con la Sagrada Comunión.

En el año 1410 se empezó a construir un templo en este barrio de la Marina. En efecto, vuelta Ibiza a ser una Isla cristiana, como le agradecimos ayer a la Virgen de las Nieves y como celebraremos el lunes a San Ciriaco y se manifestó ese cristianismo con la construcción de templos y capillas. Ya en el siglo XVI hay buena documentación de la vida de este templo, ese siglo en el que nuestras islas tuvieron tantas incursiones de los enemigos turcos; así, por ejemplo en 1578, mientras por seguridad se estaban construyendo las murallas de Dalt Vila  hubo un saqueo en este barrio de la Marina y aquí en este templo, donde se habían refugiado muchas personas, fueron cautivadas más de ciento veinte personas,

En 1785 fue declarada parroquia por el Obispo Abad y Lasierra y a partir de 1947, hasta hace dos meses ha sido regentada por los Padres Carmelitas Descalzos y ahora por los sacerdotes del Instituto del Verbo Encarnado.

Cuando la persecución religiosa de los años 1936 a 39 también fue destruido este templo y después en buen Bisbe Frit la reconstruyó y ahora estamos con unas obras para afianzarla.

2.- Un poco de historia

El Evangelio de San Lucas que hemos escuchado nos ha presentado la Transfiguración del Salvador. Los Evangelios no van presentando a Jesús haciendo el bien. Así, como parte de su ministerio en Galilea, Jesucristo alimentó a cinco mil. Presentó el sermón del Pan de Vida. Declaró que El es el verdadero pan de vida y que los hombres deberían preocuparse más por sus necesidades espirituales que por las físicas. Por causa de esta doctrina, muchos de los de su propia nación lo dejaron y no lo siguieron más. Posteriormente, en un acto de compasión, proveyó pan y peces para cuatro mil personas.

No mucho después, Jesús viajó a Cesárea de Filipo. Allí hizo esta pregunta a sus discípulos: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» (Mateo 16:15). La respuesta de Pedro y los comentarios posteriores del Señor a él y a los otros discípulos, son pensamientos que debemos acoger.

Narra el santo Evangelio (Lc. 9, Mc. 6, Mt. 10) que unas semanas antes de su Pasión y Muerte, subió Jesús a un monte a orar, llevando consigo a sus tres discípulos predilectos, Pedro, Santiago y Juan. Jesús se transfiguró en el monte Tabor, que se encuentra en la Baja Galilea, a 588 metros sobre el nivel del mar.
El Señor llevó consigo a los tres apóstoles que más le demostraban su amor y su fidelidad. Pedro que era el que más trabajaba por Jesús; Juan, el que tenía el alma más pura y más sin pecado; Santiago, el más atrevido y arriesgado en declararse amigo del Señor, y que sería el primer apóstol en derramar su sangre por nuestra religión. Jesús no invitó a todos los apóstoles, por no llevar a Judas, que no se merecía esta visión.

Y mientras oraba, su cuerpo se transfiguró. Sus vestidos se volvieron más blancos que la nieve, y su rostro más resplandeciente que el sol. Y se aparecieron Moisés y Elías y hablaban con El acerca de lo que le iba a suceder próximamente en Jerusalén.

Pedro, muy emocionado exclamó: -Señor, si te parece, hacemos aquí tres campamentos, uno para Ti, otro para Moisés y otro para Elías.

Pero en seguida los envolvió una nube y se oyó una voz del cielo que decía: «Este es mi Hijo muy amado, escuchadlo».

Se celebra un momento muy especial de la vida de Jesús: cuando mostró su gloria a tres de sus apóstoles. Nos dejó un ejemplo sensible de la gloria que nos espera en el cielo.

3.- ¿Qué nos enseña este acontecimiento?

Nos enseña a seguir adelante aquí en la tierra aunque tengamos que sufrir, con la esperanza de que Él nos espera con su gloria en el Cielo y que vale la pena cualquier sufrimiento por alcanzarlo.

A entender que el sufrimiento, cuando se ofrece a Dios, se convierte en sacrificio y así, éste tiene el poder de salvar a las almas. Jesús sufrió y así se desprendió de su vida para salvarnos a todos los hombres.

A valorar la oración, ya que Jesús constantemente oraba con el Padre.

A entender que el Cielo es algo que hay que ganar con los detalles de la vida de todos los días.

A vivir el mandamiento que Él nos dejó: “Amaos los unos a los otros como Yo os he amado”.

Habrá un juicio final que se basará en el amor, es decir, en cuánto hayamos amado o dejado de amar a los demás.

Dios da su gracia a través de la oración y los sacramentos. Su gracia puede suplir todas nuestras debilidades.

La transfiguración del Señor pues, es un hecho más de la vida de Jesús, pero como todos esos hechos, son para nuestro bien, para nuestra enseñanza, para nuestra perfección. Como los Apóstoles, tras la Transfiguración bajaron y empezaron a ser más fieles a Jesús, que también nosotros, tras ver esa Transfiguración seamos más fieles a Jesús.

4.- Juntamente con esa reflexión sobre El Salvador, quiero también compartir con vosotros algunas reflexiones sobre la parroquia. Aquí se celebra la Santa Misa todos los días, se administra el Sacramento de la Confesión, se da catequesis a los niños, se celebran funerales, etc. Una parroquia está llamada a ser una entidad que pueda beneficiar a todos, pero para que ello sea realidad hay que colaborar todos, y cuantos más, mejor.

Y como voy diciendo este año en cada parroquia con ocasión de la fiesta patronal, ha de ser un día que nos ha de hacer reflexionar sobre nuestra pertenencia a una parroquia y nuestra colaboración en la vida de la parroquia. Hoy os lo digo a los de esta Parroquia del Salvador.  El Papa Francisco define la parroquia diciendo que “es la presencia eclesial en el territorio, ámbito de la escucha de la Palabra, del crecimiento de la vida cristiana, del diálogo, del anuncio de la caridad generosa, de la adoración y celebración. A través de todas sus actividades, la parroquia alienta y forma a sus miembros para que sean agentes de la evangelización. Es una comunidad de comunidades”  (EG, 28).

La parroquia, una vez iniciada nuestra fe, la mantiene y fortalece. Formando parte de una parroquia, hemos de preguntarnos: ¿qué hacemos nosotros por la vida de la parroquia? ¿En qué colaboramos y qué aportamos?

Cada uno de nosotros ha recibido dones de Dios y como nos enseña la parábola de los talentos (Mt 25, 14 y ss.) uno no debe guardar esos dones, sino que los debe hacer fructificar en el sentido por el cual Dios nos los hablado. Todos hemos recibido dones de Dios y por eso, cada uno puede aportar algo a los demás en la propia comunidad parroquial. Es viva y grande  una parroquia en la que todos colaboran, donde todos ayudan y no perjudican, donde todos se aman y se favorecen. Esta fiesta, pues debe provocar en cada uno una reflexión de la pertenencia a la propia parroquia, reconocer con gratitud lo que hemos recibido de Dios y usarlo y ofrecerlo al servicio de la comunidad parroquial.

Por ello es una buena ocasión de preguntarnos: ¿en qué puedo servir y ayudar?

Que la celebración, pues, hoy, un año más de la fiesta de esta Parroquia nos ayude a todos a aprender más de la Transfiguración del Salvador y a, sintiéndonos comprometidos como fieles de la Parroquia, nuestras actuaciones la mantengan viva y activa al servicio de todos.

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