En el Sermón de la Montaña, entre tantas cosas, Jesús nos dice esa hermosa frase: “Sed perfectos como vuestro Padre es perfecto” (Mt 5,46), frase que San Lucas la dice poniendo como sinónimos ser perfecto con ser misericordioso. Esta frase es una exhortación a acoger la bienaventuranza que momentos antes había dicho: «Bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia» (Mt 5,7).

Esta bienaventuranza, anunciada en el Sermón de la montaña juntamente con las otras siete, presenta el nuevo estilo de vida que trae el Mesías. Se trata de una misericordia activa: no bastan los meros sentimientos interiores, son precisas actitudes prácticas en orden a solventar la necesidad del prójimo. Proviene de la caridad hacia el prójimo y que ha de tener por objeto todo prójimo.

“Bienaventurados los misericordiosos porque alcanzarán misericordia.”. En los Evangelios escuchamos con frecuencia parábolas sobre la misericordia. Recordemos la parábola de ese al que le perdonaron mucho y al rato se puso a reclamar a los otros; estaba tan encerrado en su egoísmo que no tenía piedad con los demás. Y al Señor eso no le gusta ni es lo que hace Él y nos enseña que no es lo que hemos de hacer nosotros. Recordemos la parábola del Buen Samaritano. Recordemos la Parábola del hijo pródigo. La Parábola de la oveja perdida cuyo pastor va en busca de esa oveja, que quizá se había quedado rezagada porque estaba coja, y cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros y la presenta como un trofeo.

Los misericordiosos recibirán misericordia, esto quiere decir que recibirán la misericordia de Dios. Nosotros, los que creemos en Jesucristo, ya hemos recibido la gran misericordia de Dios, el don de la fe. Y así cuando mostramos misericordia con los demás, incluso si han pecado contra nosotros, podemos ciertamente esperar que Dios tenga misericordia de nosotros. Si no podemos perdonar a nuestros hermanos ni podemos mostrar misericordia hacia ellos ¿cómo esperar la misericordia divina?

Aquí está también la misericordia con los que viven en pobreza. Supongamos que un hermano está atravesando por un momento de pobreza; no mostraremos misericordia si solamente le decimos que lo sentimos, a Dios le agrada que le demos de lo que nosotros tenemos y por eso lo debemos dar con alegría.

Dios está escribiendo todas nuestras obras en el cielo y luego serán para honra nuestra cuando vayamos al cielo. El Padre estará feliz de mí y yo seré su honra ante los demás, todo será retribuido; Dios nos da conforme a lo que hacemos y sembramos, no solo en esta tierra sino también en el reino de los cielos.

Debemos de tener misericordia de los desvalidos, de los enfermos, de los desamparados, de los rechazados y de los no creyentes. Mucha gente del mundo acoge a los que han tenido éxito pero da la espalda a los que han fracasado. Hay gente que los podrá ayudar un par de veces pero si siguen fracasando les darán la espalda y los maltratarán. Nosotros no debemos de hacer igual. Debemos tener misericordia de aquellos que están enfermos y orar por ellos, debemos de tener misericordia de los que aún no han creído la palabra de Dios y predicarles el Evangelio aunque nos maldigan. Ellos hacen esto porque no conocen la verdad. Si no tenemos misericordia y no los evangelizamos no vivimos como debemos; no pueden ser ni libres ni felices.

No solo debemos de tener misericordia de las personas que están a nuestro alrededor sino de todas las almas del mundo entero y orar por ellos. Si nosotros mostramos misericordia como la de Dios, Él nos dará su misericordia. Amémonos unos a otros, los que conocen el amor del Señor darán ese mismo amor a los hermanos.

Es bueno que al acabar cada día examinemos nuestra vida, Y en ello veamos si hemos sido misericordiosos, si hemos sido misericordiosos y no críticos o estrictos.

Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso”. En el Antiguo Testamento podemos ver la misericordia del Padre desde el primer momento: crea la humanidad, le perdona los pecados, no busca venganza sino restablecer el trato y la confianza mutua. Cuida a su pueblo. Así es Dios. Y por eso, después, encarnado en Jesús de Nazaret, continua siendo misericordioso como siempre y predicando la misericordia como un distintivo de la vida cristiana; más aún, una característica fundamental y esencial del ser cristiano. Hay en la predicación de Jesús una serie de sentencias, algunas tajantes y lapidarias, con las que instruye y exige la misericordia a sus discípulos. En sus obras hay siempre una actitud de misericordia con todos: con pecadores, con hambrientos, con enfermos, con mujeres, con ciegos, cojos, ricos, pobres, etc. Tiene misericordia hasta desde la cruz.

La vida pública de Jesús es todo un despliegue de amor y de misericordia frente a todas las formas de miseria humana, con todos aquellos que física o moralmente tenían necesidad de piedad y compasión, de ayuda y sostén, de comprensión y de perdón, por los que él no sólo acude a su poder taumatúrgico, sino que se enfrenta incluso con la mentalidad estrecha y hostil del ambiente con tal de hacer bien y sanar a todos (He 10,38). Médico de los cuerpos, por consiguiente, pero sobre todo de las almas (Mc 2,17; Lc 5,21), como lo demuestra su actitud llena de indulgencia y de favor con los pecadores, que encuentran en él un «amigo» (Lc 7,34), y con los que no tiene ningún reparo en tratar, a pesar de los recelos de muchos, llegando incluso a sentarse a su mesa (Lc 5,27-32; 7,36-50; 15,1-2; 19,1-10)».

Así es Jesús y por eso el Papa Francisco nos lo recuerda cuando nos dice: “Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. El misterio de la fe cristiana parece encontrar su síntesis en esta palabra. Ella se ha vuelto viva, visible y ha alcanzado su culmen en Jesús de Nazaret. El Padre, « rico de misericordia » (Ef. 2,4), después de haber revelado su nombre a Moisés como «Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira, y pródigo en amor y fidelidad » (Ex 34,6) no ha cesado de dar a conocer en varios modos y en tantos momentos de la historia su naturaleza divina. En la « plenitud del tiempo » (Gal. 4,4), cuando todo estaba dispuesto según su plan de salvación, Él envió a su Hijo nacido de la Virgen María para revelarnos de manera definitiva su amor. Jesús de Nazaret con su palabra, con sus gestos y con toda su persona revela la misericordia de Dios.” (MV, 1).

El Evangelio que hemos escuchado hoy, como siempre, nos va conduciendo por ese camino. En esta ocasión, para poder iniciar bien el Año de la Misericordia y para poder prepararnos a la venida del Señor. A los que le preguntan a Juan, ¿Qué hemos de hacer? El Bautista les responde de forma clara y precisa, sin hacer giro de palabras: «El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene y que tenga comida, haga lo mismo.»Es decir, uno no puede estar con tantas cosas superfluas mientras a otros les falta lo necesario para vivir: hay que procurar hacer felices a todos. Quien tiene poder, tiene que ejercerlo de forma justa y honesta y no ser especuladores secos y rapaces para beneficio sólo personal; en el ejercicio de la propia profesión hay que ejercer el máximo y total respeto a la dignidad de cada persona, renunciando a la opresión o violencia, controlando la codicia.

Lo que San Juan, precursor de Jesús, nos dice para que nos preparemos a acogerlo, es algo muy claro y concreto que la Iglesia, es decir nosotros, ha de promover, invitando a los creyentes en primer lugar pero también a todos a vivirlo verdaderamente. No se puede vivir bien, no se puede vivir como Dios tiene previsto y nos invita y enseña, no se puede tener la paz y la serenidad si no se acoge a Cristo y a sus enseñanzas, a vivir como Él y con Él. Si no se va por ahí se es esclavo, esclavo del propio egoísmo, insensible a las necesidades de los otros, despectivos con la dignidad de los demás. Ibiza y Formentera serán mejores si acogen y viven, pues, la misericordia de Dios y la recogen asumiéndola y practicándola.

Hemos iniciado esta celebración entrando por lo que será aquí en Ibiza y Formentera la Puerta Santa, reflejo e imagen de las demás puertas de las iglesias de nuestra diócesis. Entrar por esa puerta nos hace entrar en la Casa de Dios y entrando en la Casa de Dios podemos descubrir la profundidad de la misericordia del Padre, que acoge a todos y busca a todos, a cada uno. Él nos busca, nos invita. Viniendo aquí nos tenemos que dar cuenta de la profundidad y grandeza de la misericordia del Padre.  Que al cruzar hoy la Puerta Santa nos comprometamos a hacer nuestra la misericordia.

Esa misericordia del Padre la podemos repetir, llevando a la práctica las obras de misericordia. Las obras de misericordia son la forma más elevada de amor al prójimo, como revela la parábola del samaritano (Lc 10,29-37). Como dice el CIC “Las obras de misericordia son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales. Instruir, aconsejar, consolar, confortar, son obras espirituales de misericordia, como también lo son perdonar y sufrir con paciencia. Las obras de misericordia corporales consisten especialmente en dar de comer al hambriento, dar techo a quien no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a los muertos). Entre estas obras, la limosna hecha a los pobres es uno de los principales testimonios de la caridad fraterna; es también una práctica de justicia que agrada a Dios” (2247).

El Papa Francisco nos dice: “Es mi vivo deseo que el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. Será un modo para despertar nuestra conciencia y entrar todavía más en el corazón del Evangelio…. La predicación de Jesús nos presenta estas obras de misericordia para que podamos darnos cuenta si vivimos o no como discípulos suyos”

La misericordia no se queda en una escueta actitud de compasión: la misericordia se identifica con la superabundancia de la caridad que, al mismo tiempo, trae consigo la superabundancia de la justicia.

Practicar la misericordia exige dejar lugar en nuestra vida a Dios y aborrecer y borrar el pecado.

¡Cuántas páginas de la Sagrada Escritura pueden ser meditadas para redescubrir el rostro misericordioso del Padre! Con las palabras del profeta Miqueas también nosotros podemos repetir: Tú, oh Señor, eres un Dios que cancelas la iniquidad y perdonas el pecado, que no mantienes para siempre tu cólera, pues amas la misericordia. Tú, Señor, volverás a compadecerte de nosotros y a tener piedad de tu pueblo. Destruirás nuestras culpas y arrojarás en el fondo del mar todos nuestros pecados (cfr. 7,18-19).

Hemos, pues, de volver a acercarnos al sacramento de la Reconciliación para con esa experiencia que existe como Sacramento porque Jesús lo instituyó para nuestro bien, tengamos el camino para volver al Señor, para vivir un momento de intensa oración y redescubrir el sentido de la propia vida, así experimentar en carne propia la grandeza de la misericordia. Será para cada uno de nosotros penitentes fuente de verdadera paz interior.

A lo largo de este año iremos teniendo diversas actividades para promover y reflejar que verdaderamente estamos viviendo el Año de la Misericordia, el año que nos enseña a que nuestra vida sea una vida misericordiosa como es la forma de ser de Dios, de la Virgen, de los Santos. Trataremos de promover la misericordia con los niños, con los jóvenes, con las familias, con los ancianos, con los miembros de las cofradías, con los enfermos, entre los religiosos… con todos.

La Virgen María, nuestra Patrona, es un modelo de misericordia. Aprendamos de ella que vivió la misericordia con Jesús y después con la Iglesia primitiva. La dulzura de su mirada nos acompañe en este Año Santo, para que todos podamos redescubrir la alegría de la ternura de Dios. Modelo de misericordia es nuestro Patrón, San Ciriaco, persona diaconal que atendía a enfermos y trabajaba en lo que se le pedía; que interceda por nosotros y nos obtenga vivir y caminar siempre en el perdón de Dios y en la inquebrantable confianza en su amor. Que los que veneramos a Santa María de las Nieves, a San Ciriaco, a los demás Santos de las Parroquias de Ibiza y Formentera seamos como ellos misericordiosos de Dios y misericordiosos con los demás.

¡Este es el tiempo oportuno para cambiar de vida! Este es el tiempo para dejarse tocar el corazón

Deja tu comentario