SOLEMNIDAD DE SAN CIRIACO  Santa Iglesia Catedral  8 de agosto de 2017

El 8 de agosto de 1235 un grupo de conquistadores llegaron a nuestras Islas de Ibiza y Formentera, pidiendo la ayuda y la protección de la Virgen María, para que, siendo ellos cristianos nuestras Islas lo volvieran a ser, como lo habían sido en los primeros siglos del cristianismo en Europa tras la acción, enseñanzas, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Consiguiéndolo, pues, en este día, en el que la Iglesia celebra desde hace siglos la fiesta de un buen santo, San Ciriaco, diácono romano y mártir, nuestras Islas recuperaron desde entones, el cristianismo en su vida y acción, con libertad para todos, pero con los buenos efectos que hace el ser cristianos, es decir, personas que viven con fe, con esperanza y con caridad. Y así, desde entonces, hace ya casi ocho siglos eso se vive entre nosotros.

Hoy, 782 años después, en este día de la fiesta de este Santo diácono mártir, nos reunimos en esta Santa Iglesia Catedral para celebrar la Eucaristía y darle gracias a Dios por la presencia cristiana en estas tierras benditas, presencia cristiana que es un elemento esencial y bueno de nuestra identidad insular.

Fieles a la tradición multisecular, bien consolidada, como hicieron entonces en esta zona alta de la ciudad, entonamos en nuestra Catedral el himno Te Deum, con el cual, según una antigua costumbre de la Iglesia, se dan gracias a Dios, dándole gracias y pidiéndole que siga bendiciéndonos y protegiéndonos.

Este es un canto religioso con el que los nuevos pobladores de Ibiza y Formentera se felicitaron por el éxito conseguido. Y después de ellos el Rey Jaime, estando en Alcañiz, hizo cantar solemnemente en la iglesia, después de orar ante la Virgen María, tan pronto como conoció la noticia de la victoria de Guillem de Montgri y de sus compañeros. Siguiendo con esta tradición, esta melodía la entonaremos, con esos mismos sentimientos al acabar la Santa Misa y después ante la capilla de San Ciriaco en la Calle Mallor. Y así, entre otras cosas recordaremos de una forma especial a aquellas buenas gentes que ofrecieron su vida en esos memorables acontecimientos, extendiendo nuestro recuerdo espiritual y nuestra gratitud hoy a todos aquellos que, a lo largo de casi ocho siglos han ido construyendo, de una manera u otra, esta sociedad de la que nosotros hoy formamos parte, con respeto y promoción de nuestra identidad, una identidad que tiene sus raíces en el cristianismo y en los valores que del mismo se derivan.

Gran acontecimiento, pues, para nosotros desde el día de la fiesta de San Ciriaco de 1235. ¿Quién fue San Ciriaco? ¿Qué podemos aprender de él para nuestra vida? Pues fue una persona caritativa, generosa, creyente y practicante. Y siendo nuestro patrón nos protege para que seamos también nosotros así, y siéndolo, seamos felices y contribuyamos a que sean felices los demás.

Vivió Ciriaco entre finales del siglo III e inicios del IV, y durante el imperio de Maximiano un buen hombre llamado Trason, cristiano, daba limosnas a Ciriaco para que las repartiera entre los cristianos esclavizados condenados por Maximiano a trabajar en las obras de los baños termales de Salustio. Esta labor de caridad llegó a oídos del papa San Marcelo I (16 de enero), el cual le ordenó diácono en secreto, para que, además de su caridad pudiera llevar la Palabra y el Sacramento a los cautivos cristianos. Persona, pues, caritativa y misionera, como nos corresponde ser a todos nosotros.

Un día lo sorprendieron, junto a sus amigos Largo y Esmerado, llevando víveres a los cristianos y por ello fueron condenados al mismo trabajo forzado. Por hacer el bien, por autoridades no perfectas, fue condenado.

En esa esclavitud un día vio Ciriaco al anciano sacerdote Saturnito, también santo y cuya fiesta se celebra el 29 de noviembre, que no podía con su carga de piedras, y junto al diácono San Sistino le ayudaron a llevarla. Por esta

acción fueron encarcelados, donde hallaron a otros cristianos a los que Ciriaco predicó y a alguno que era ciego le devolvió la vista.

Cuando les llamaron ante el juez, el carcelero Apronio entró a la cárcel y vio como descendía una luz celestial sobre los dos cristianos, y oyó una voz que decía: «Venid, benditos de mi Padre, a recibir el reino preparado para vosotros». Apronio se convirtió y fue bautizado por Ciriaco. Ante el juez Apronio confesó su fe cristiana, junto a Saturnino y Sisinio, negándose los tres a sacrificar ante los falsos dioses. Así luego de martirizarles, fueron decapitados en diversos días.

Ciriaco no fue sido martirizado en ese momento porque una chica, Artemia, la hija de Diocleciano, que estaba poseída por un espíritu maligno, clamó: «No saldré de este cuerpo a menos que el diácono Ciriaco se presente ante mí». Así que fue llevado Ciriaco ante la princesa. Con su acción y capacidad de curación le expulsó al demonio de Artemia, la cual libre ya exclamó: «Veo ante mí al Dios que predica Ciriaco», y convertida, se bautizó junto a su madre Santa Serena (16 de agosto). Agradecido, Diocleciano dio a Ciriaco un libelo de protección, le donaron una casa y pudo practicar su fe tranquilamente.

Viviendo pues libre en ese momento, y practicando el cristianismo, habiendo curado a la hija de Diocleciano, le avisaron que Jovia, la hija del rey Sapor de Persia estaba endemoniada y clamaba por su presencia, para recibir el bien que había recibido Artemía pues pensaba que era Ciriaco el único que podía liberarla. Embarcó Ciriaco junto a los cristianos Largo y Esmaragdo. Una vez ante Jovia, Ciriaco la curó a Jovia, la bautizó, y junto con sus padres y toda la corte y soldados, unas 400 personas. Sapor ofreció tesoros y presentes a Ciriaco y sus compañeros, pero ellos no los acogieron y en cambio pidió quedarse 45 días predicando y convirtiendo a los paganos. Se le permitió y durante esos días solo se alimentaron de pan y agua y bautizaron a miles de personas.

Y volvieron a Roma. Dos meses más tarde murió Diocleciano y subió al trono Maximiano Galerio, casado con Valeria, otra hija de Diocleciano. Este no tuvo la misma condescendencia que Diocleciano y mandó a su gobernador Carpasios que tomara a Ciriaco y sus compañeros y les obligara a sacrificar a los dioses, para probar su lealtad al imperio. Los tres santos se negaron a idolatrar a los dioses, por lo que Carpasios derramó una caldera de brea hirviendo sobre la cabeza del santo diácono, que solo abrió la boca para cantar las alabanzas del Señor, quedando ileso. Luego le extendieron en el ecúleo y le apalearon, sin que dijera palabra alguna, salvo esta súplica: «Jesús mío, mi soberano dueño, ten misericordia de mí, pecador miserable, e indigno de la gracia que me haces de padecer por la gloria de tu nombre». Viendo Maximiano que nada lograba mandó decapitasen a los tres santos, junto a otros 21 cristianos. Fueron enterrados en la Vía Salaria, por un presbítero llamado Juan. Luego de esto Carpasios se apropió de la casa que Diocleciano había regalado a Ciriaco y la anexó a las termas.

La «Depositio Martyrum», el calendario más antiguo que posee la Iglesia (data sobre 304), pone a 8 de agosto la traslación de Ciriaco por obra de San Marcelo papa, al cementerio de Lucina, en la Via Ostiense, donde el papa Honorio I levantó una iglesia en su honor en el siglo VII, así que su culto es antiguo y fuera de duda. Hubo otras iglesias dedicadas a su memoria en Roma, pues el santo gozó de devoción en la ciudad. Después su cuerpo pasó a la actual iglesia de Santa María in Vía Lata, cerca de la Piazza Venecia. Y allí está y cada vez que voy a Roma con gente de nuestras Islas de Ibiza y Formentera, les llevo a esa iglesia para que recemos y celebremos la Misa, como muchos pueden contar, ante los restos de nuestro Patrón.

Anécdotas de San Ciriaco podría contar muchas. Y ojala cada uno de nosotros pudiera hacerlo también, siendo ello expresión de que uno conoce a este Santo, se deja influir por su vida y en enseñanzas y cuanta con su ayuda y apoyo.

Cuando yo era pequeño en mi pueblo natal, tenía un vecino, funcionario del Ayuntamiento, cuyo nombre era Ciriaco. Oyendo a mis padres y a los vecinos llamarse siempre así, busque noticias sobre ese nombre y así siendo niño conocí las buenas noticias, la fe, la esperanza, la caridad de ese santo.

Siendo servidor de San Juan Pablo II en Roma, cerca de la casa donde vivía está la Iglesia de Santa María in Vía Lata, y en ese templo todos los días desde las 6 de la tarde hasta las 11 de la noche está expuesto el Santísimo Sacramento.

Curación de una italiana atropellada en Formentera.

El día de la fiesta de San Ciriaco marcó el inicio de la vida cristiana en las Pitiuses. Esa vida cristiana ha forjado la idiosincrasia de nuestros pueblos. La fe católica ha iluminado y guiado la vida de los ibicencos desde hace más de siete siglos. La cultura ibicenca, sus costumbres, su arquitectura están fuertemente impregnadas de la fe cristiana. Hemos de seguir trabajando para que nuestras Islas ni renieguen ni olviden esas gloriosas tradiciones.

En virtud de su historia y de su cultura, Ibiza y Formentera, están llamadas a ofrecer una digna imagen a las gentes que de toda Europa y de otras partes del mundo nos visitan. Para los creyentes en Jesús, el reto es fabuloso, pues ¿no podríamos hacer que Ibiza y Formentera, sus ricos parajes, los dones recibidos del Creador, la amabilidad de sus gentes y la variedad de sus tradiciones fueran medios por los que tantos pudieran escuchar la voz amiga de Cristo? No podemos consentir de ningún modo que la imagen noble de Ibiza se vea empañada por presentaciones de nuestra realidad que no tienen en cuenta nuestros auténticos valores. Confío en que las autoridades cumplan siempre con su misión en este sentido y velen por el genuino bien del pueblo ibicenco, promoviendo cuando sea el caso, el derecho a una buena fama, así como un desarrollo sostenible al alcance de todos que tenga en cuenta los principios éticos y morales, no se nieguen o retrasen los derechos a nadie, tampoco a la Iglesia, y no se pongan dificultades por motivos ideológicos.

En Ibiza y Formentera, bajo el patronato de San Ciriaco, la Iglesia local, con no pocos sacrificios, mantiene obras de caridad para aliviar todo tipo de sufrimientos; ofrece a la sociedad ibicenca obras educativas, de formación de la niñez y de la juventud; atiende espiritualmente a los enfermos; se preocupa de los marginados; a todos quiere repartir el consuelo que viene de la fe y a todos lanza una mano amiga para hacer más llevadero el camino de la vida. Por esa senda vamos a seguir, sin buscar privilegios, sino ocupando aquel espacio social que le es necesario para, como Jesucristo, pasar haciendo el bien» (Hch. 10, 38).

Si con la fiesta de San Ciriaco en 1235 empezó una nueva y seductora etapa de la vida en las Pitiusas, hoy la tenemos que continuar, adaptada a las circunstancias actuales. Se trata de la evangelización. El encargo que Jesús dejó a los apóstoles antes de irse al Padre, fue el de transmitir al mundo entero lo que ellos habían recibido: ‘Id y proclamad el Evangelio’. Es un encargo que ellos percibieron claramente y, en consecuencia, se dispersaron para difundir el mensaje del Maestro.

Desde entonces a hoy no ha cesado de difundirse el Evangelio, de suerte que no hay zona del planeta a la que no haya llegado su noticia. La evangelización coloca a la humanidad en su verdadero sitio. Y si hoy vemos en algunos lugares y en algunos ambientes que se quiere construir una civilización al margen de los valores cristianos, e incluso contra ellos, ello nos hace pensar que la evangelización adquiere en nuestros días una importancia extraordinaria. Evangelizar es llevar la Buena Noticia a todos los ambientes de la Humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro a la misma Humanidad. Gran tarea pues la de evangelizar y tiene que provocar en cada uno de nosotros interrogantes: ¿Evangelizamos de verdad? ¿Cómo lo hacemos? ¿Cómo debe evangelizarse hoy? Tengamos presente que nadie está excluido del encargo de Cristo de predicar su Evangelio con la palabra y la vida.

En esta tarea nos ayude nuestro santo Patrón, San Ciriaco y la sostenga Que davall la protecció de Sant Ciriac la nostra Església camini decidida i generosa en el servei a tothom, i la nostra societat conservi i cuidi les seues arrels cristianes, donant així abundosos fruits de progrés integral i genuí, valors humans i cristians, solidaritat i pau social, respecte i col·laboració. Que con su materna intercesión nos ayude en ello Santa María de Ibiza, la Virgen de las Nieves, Madre de todos los ibicencos y formenterenses.

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