Hoy, en este espacio nos reunimos para celebrar una fiesta en honor del Sagrado Corazón. Este lugar tiene una historia, y una historia pasada pero que, conocida y recordada nos sirve para nuestro bien. En nuestra Diócesis tenemos un grande y extraordinario monumento al Corazón de Jesús que el Obispo Antonio Cardona Riera, conocido localmente como el Bisbe Frit, promovió su construcción y fue inaugurado en 1947 en la montaña que era conocida como Puig de na Ribas. Durante la persecución religiosa de 1936 en nuestra Diócesis fueron asesinados 21 sacerdotes, de los cuales hemos llevado a cabo el proceso de beatificación por martirio. El Obispo Cardona cuando iban a asesinarlo pudo huir de una forma insólita y desde Dalt Vila se dirigió hacia Puig d’en Valls y desde allí hasta Puig de na Ribas donde fue ayudado por unos vecinos de la zona que lo escondieron durante días, a veces incluso en un pozo para ocultarlo, hasta que se resolvió ese triste asunto. Agradecido, pues, a Dios y a los vecinos que le ayudaron en su persecución erigió allí ese monumento que tiene 23 metros de altura y cuya estatua fue obra del escultor valenciano Antonio Sanjuán.
Quiero destacar que con alegría y responsabilidad hemos comenzado, desde el pasado mes de diciembre, el Año Jubilar de la Misericordia. Con alegría por lo que es y nos produce la misericordia divina; con responsabilidad porque, hemos de ser misericordiosos como Dios es misericordioso con nosotros y, a la vez, ser instrumentos eficaces para que todos nuestros hermanos disfruten de la misericordia de Dios y sean misericordiosos. ¡Qué hermosas serán Ibiza y Formentera si conocen, disfrutan, viven y transmiten la misericordia de Dios! Y, en gran parte, eso es responsabilidad nuestra.
Dios nos ha prometido que nos dará Pastores según su corazón. Así lo leemos en Jeremías 3, 15. Y así, cumpliendo ese encargo que le ha dado Dios, el Papa Francisco nos ha hecho un regalo maravilloso y señalado una tarea fenomenal convocándonos este Jubileo que nos recuerda que el Corazón de Jesús es el rostro, la expresión de la Misericordia de Dios. No cabe duda que contemplando el Corazón de Jesús, un Corazón que fue traspasado y del que brotó sangre y agua, descubrimos en Él una fuente inagotable de Misericordia: el amor y la ternura de Dios brotan del Corazón de Jesús, un Corazón que se hizo carne como la nuestra, indicándonos así que nosotros podemos y debemos ser de esa manera.
El hecho de que tengamos este encuentro nuestro en este día, fiesta del Sagrado Corazón, dentro del mes dedicado al Sagrado Corazón nos podemos preguntar: ¿qué es la devoción al Sagrado Corazón de Jesús? Podemos ver que ha existido desde los primeros tiempos de la Iglesia, meditando en el Corazón abierto de Jesús de donde salió sangre y agua (Jn 19,34). El Corazón de Jesús simboliza y expresa el amor misericordioso hacia nosotros, un amor totalmente desinteresado hacia sí mismo: no es en beneficio suyo sino en beneficio hacia nosotros.
Con su ejemplo y con su acción el Corazón de Jesús hace nacer la Iglesia y abre las puertas del cielo. Así, con su reinado establece la civilización del amor, venciendo al odio, las malas pasiones y las pulsiones de violencia.
La palabra devoción sabéis que significa dedicarse, entregarse a la persona amada. Devoción, pues al Corazón de Jesús es entregarse, acercarse a Jesús mismo que nos manifiesta su amor por nosotros y nos muestra su corazón como símbolo de ese amor. Y acercarse a Jesús de forma eficaz, clara y consciente en nuestra vida en la tierra es algo grande, feliz, maravilloso.
La Iglesia, entre las muchas cosas que nos presenta y ofrece para nuestro bien nos invita y anima a esta entrega y cercanía a Jesús, conociéndolo más y mejor, honrándole y sirviéndole, lo cual es una perfección y un envío hacia la práctica de la caridad y el amor a los demás.
Basta con echar una ojeada rápida y vemos que en el mundo hay tristeza, hay guerras y persecuciones, que provocan tantas emigraciones, conflictos, desengaño, desencanto. En una sociedad en la que a veces falta tanto amor, en la descubrimos a veces tantas agresiones, tantas persecuciones, mientras vemos a tantas personas que son víctimas de la falta de amor y respeto de sus hermanos, recurrir al amor de Dios manifestado en el Sagrado Corazón puede ser la ayuda que necesitamos para vivir bien y colaborar a que los demás puedan vivir bien por la práctica y la difusión del amor que vemos en el Corazón de Jesús. Todos los cristianos, y empezando y animando ello nosotros, los sacerdotes, estamos llamados de forma especial a vivir generando entusiasmo y misericordia en nuestro mundo, y hacer eso desde la alegría, la responsabilidad y el convencimiento de que el Corazón de Jesús nos ama.
El mes de junio está dedicado al Sagrado Corazón. Celebrando hoy su fiesta quisiera que ello nos moviera a todos a ser propagadores, continuadores de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús a nuestros fieles. Cuando un entre en muchas de nuestras parroquias, allí está la imagen del Sagrado Corazón. ¿Es una decoración sólo? Sería un fallo grande por parte nuestra que fuera así.
Ojalá que nosotros, y nuestros fieles animados por nosotros, nos dirigiéramos continuamente a Él con las oraciones populares: “Jesús, manso y humilde de corazón, haced nuestro corazón semejante al Tuyo”; “Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío”
Los cristianos lo tenemos claro cómo ha de ser nuestro amor hacia los demás: “Amaos unos a los otros como yo os he amado; en esto conocerán todos que sois mis discípulos” (Jn 13,34) El mes de junio es un tiempo en el que la Iglesia nos lo propone y alienta para nuestro bien y el bien de todos. Pero, ¿pasado el mes de junio ya se acaba esto hasta el año que viene? Pues ciertamente no: reforzando ello en este mes debe ser uno de los distintivos y características de nuestra vida. Y es el mismo Jesús el que nos lo dice y encamina hacia ello.
En efecto, prosiguiendo con la devoción que tantos cristianos iban promoviendo, Cristo escogió a una humilde monja visitandina del Monasterio de Paray-le-Monial, Santa Margarita María de Alacoque (1647-1690), para revelarle los deseos de su Corazón y para confiarle la tarea de impartir nueva vida a la devoción. Estas revelaciones fueron muy numerosas y son notables.
De ellas quiero fijarme y compartir con vosotros una de ella: la promesa de los primeros viernes de mes. En una ocasión, en la aparición del 16 de junio de 1675, descubriéndole su corazón le dijo: “He aquí este Corazón que ha amado tanto a los hombres, que no ha omitido nada hasta agotarse y consumirse para manifestarles su amor, y por todo reconocimiento no recibe de la mayor parte más que ingratitudes, desprecios, irreverencias y tibiezas que tienen para mí en este sacramento de amor”, Con esa observación le encarga a la religiosa que promueva el culto a su Corazón y la misión de enriquecer al mundo entere con los tesoros de esta devoción santificadora, esa devoción cuyo objeto y fin es honrar al Corazón adorable de Jesucristo, como símbolo del amor de un Dios para nosotros; y la vista de este Sagrado Corazón, abrasado de amor por los hombres, y al mismo tiempo despreciado de estos, nos ha de mover a amarle nosotros y a reparar la ingratitud de que es objeto.
Para fomentar siempre ello, bueno es no limitarnos a un mes al año sino que ello lo tengamos presente todos los meses y así empezar cada mes con ese propósito, de acuerdo con la promesa que nos hace Jesús de la comunión en los primeros viernes de mes, seguidos, para conseguir además la gracia de la penitencia final. He aquí el testo de esa promesa que un viernes, durante la Comunión, dijo Jesús a su devota sierva: «Yo te prometo, en la excesiva misericordia de mi Corazón, que mi amor todopoderoso concederá a todos los que comulguen nueve primeros viernes de mes seguidos la gracia final de la penitencia; no morirán en pecado ni sin recibir los sacramentos, y mi divino Corazón les será asilo seguro en aquel último momento.»
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