D. Vicente Ribas Prats, administrador diocesano de la diócesis, dedica el artículo del mes de julio dirigido a todo el pueblo de Ibiza y Formentera a la eutanasia, y lo hace con las siguientes palabras:
«¿Para qué la vida? Esta es la pregunta fundamental para el ser humano. La vida es como una luz inalcanzable. Es decir, la vida es un don que nadie puede atribuirse. Los hombres y mujeres somos instrumentos que hacemos posible la materialización de ese don. El hombre y la mujer no tienen la capacidad de hacer que las cosas existan, no tienen la capacidad de “dar” vida, si de generar vida. Por tanto, nadie puede atribuirse nada de lo que le es propio a todo ser humano concebido: el ser persona y con ello su dignidad.
Ser persona y dignidad dicen de todo ser humano algo sencillo pero fundamental: la vida merece ser vivida, pues ahí radican todas las posibilidades y el desarrollo de todas las potencialidades de cada persona y, por tanto, el logro más ansiado de todo hombre y mujer: la felicidad.
La vida no es solo un derecho que todo hombre y mujer posee, es algo más. Es la condición de posibilidad que hace posible todo lo que se diga sobre el ser humano. La vida es pues el comienzo, el origen de todo. Cuando una vida se inicia, en ese preciso instante comienza a contar el tiempo de las posibilidades que todo ser humano, como ser individual tiene para –siendo persona– desarrollar su personalidad única e irrepetible. Efectivamente, todos somos iguales en cuanto somos seres humanos, hombres o mujeres, iguales en tanto que somos personas, pero diferentes en cuanto a nuestra persona. Cada persona posee una personalidad distinta, única, irrepetible y, por ello, irremplazable en el conjunto de la trama humana. Ser irremplazable la convierte, al mismo tiempo en necesaria, pues lo que esa persona en base al desarrollo de su personalidad, con sus características y potencialidades propias puede llegar a desarrollar y a aportar al conjunto de los ser humanos solo será posible si la vida desde el principio al fin está garantizada.
¿Qué significa garantizar la vida?
Es importante empezar por entender que la defensa de la vida no es una afición, ni un «hobby», que algunas personas, más o menos desocupadas, y con la vida más o menos arreglada, o de una determinada ideología cultural, política y religiosa se dedican a hacer. La vida tiene su fuente en la vida misma: situarse ante el misterio de la vida desde la admiración, y por tanto, desde la consideración y el respeto. Vivir la vida es acoger en nosotros y en los demás una posibilidad única e irrepetible. Así pues, la vida no empieza en los actos, sino en las actitudes: es un modo de mirarse a sí mismo y a los demás, que nos lleva a descubrir que vida solo hay una y que nadie, absolutamente nadie, tiene el derecho de truncarla. Quien tiene una mirada admirativa hacia la vida, pronto adquiere un compromiso a favor de la vida.
La vida humana es un fenómeno complejo, tal vez el más complejo e importante sobre el que se pueda tener conocimiento. Con su nacimiento, el ser humano inicia el interminable camino hacia el descubrimiento y explicación sobre la razón de ser de su existencia, pues cada individuo humano a lo largo de su vida va adquiriendo una visión muy particular y específica sobre sí mismo de acuerdo a lo vivido. Y para ello todas las vivencias y experiencias son necesarias, incluso aquellas que no nos gustan: el dolor, el sufrimiento, la enfermedad, las limitaciones de todo tipo, incluida la perdida de la identidad como consecuencia de alguna enfermedad. Esto hace extremadamente compleja la existencia del ser humano, pues cada existencia humana acrisola una dosis importante de creación individual y colectiva que recibe el nombre de historia en la cual encuentra su fundamento la experiencia.
¡Qué importante es la historia si una familia, un pueblo y un país quieren tener futuro! Y no un futuro cualquiera, un futuro de vida y de cuidado y protección a la existencia. Esto es lo que la ley de la eutanasia, desde una aureola de supuestas bondades, va a dejar a su paso: una vida que no es vida, en la que solo hay lugar para para un modelo de vida que solo merece ser vivida mientras que el individuo percibe que está bien o que otro determina que está mal.
Eso no es la vida, eso es simplemente buscar una salida fácil a un misterio sin el cual, la propia vida pasa a ser completamente banal.»
Vicente Ribas Prats
Administrador Diocesano
Párroco de Santa Eulalia y San Mateo