Este viernes se celebra la fiesta litúrgica del beato Francesc Palau, el ‘Pare Palau’, estrechamente ligado a la isla de Ibiza, donde, a mediados del siglo XIX pasó algunos años desterrado por las autoridades civiles y militares de la época, predicó, escribió alguna de sus obras, vivió en una cueva de es Cubells y realizó retiros en soledad en el islote de es Vedrà. En es Cubells existe una comunidad de la orden de las Carmelitas Misioneras, fundada por el padre Palau, que regenta la Casa de Espiritualidad Santa Teresa de la diócesis ibicenca.
Con motivo de esta festividad, este viernes, a las 18 hs, se oficia una misa en su memoria en la iglesia parroquial de es Cubells
El beato Francesc Palau i Quer (Aitona, Lleida, 1811 – Tarragona 1872), sacerdote y fraile carmelita, fue el fundador una congregación mixta de Hermanos y Hermanas Carmelitas Terciarios, que originó las congregaciones de Carmelitas Misioneras Teresianas y Carmelitas Misioneras. Fue también predicador de misiones populares y extendió la devoción a la Virgen María bajo la advocación de Nuestra Señora de las Virtudes. Era tío abuelo de Santa Teresa de Jesús Jornet e Ibars.
Ordenado sacerdote en Barbastro en 1836, entre 1837 y 1840 llevó a cabo una intensa actividad apostólica en las diócesis de Cataluña y Aragón, lo que le valió el título de misionero apostólico de todas las diócesis catalanas. Sin embargo, tras la derrota de las tropas carlistas, pasó a Francia, donde el vicario general de Perpiñán le concedió las facultades para ejercer el ministerio per transitum y en esa ciudad entró en contacto con el monasterio de las clarisas.
En Francia, donde permaneció durante 11 años, comenzó a practicar el retiro solitario y su forma de vida llamó la atención de las autoridades civiles y eclesiásticas, hasta el punto de ser admirado por las gentes sencillas y parte de la nobleza, que le consideraban como un santo. En el país vecino escribió primero el libro ‘Lucha del alma con Dios’, publicado en 1843, y más tarde, para defenderse de las acusaciones de algún sacerdote ante el obispo de Montauban, escribió dos opúsculos: ‘La vida solitaria”’y ‘El solitario de Cantayrac’.
En 1851 regresó a Cataluña y el obispo de Barcelona le confió la dirección espiritual del seminario mayor de la diócesis. Ese año fundó la Escuela de la Virtud y empezó la publicación en fascículos del ‘Catecismo de las Virtudes’, como texto para uso de los alumnos de la escuela, que sin embargo fue cerrada por las autoridades tres años más tarde (1854), acusada de complicidad con las huelgas obreras de Barcelona. Fue entonces cuando el capitán general de Cataluña confinó al padre Palau en Ibiza, donde se estableció en es Cubells, lugar en el que, junto con algunos discípulos, retomó la vida comunitaria y alternó la actividad apostólica con períodos de receso y soledad en es Vedrà.

El beato Palau vivió en es Cubells, donde hoy existe una comunidad de las Carmelitas Misioneras, la orden que fundó.
Una amnistía del Gobierno de Espartero (1856) permitió al padre Palau trasladarse a Mallorca, con autorización del gobierno militar de Ibiza, y a su regreso adquirió terrenos en es Cubells para la construcción de una ermita, donde colocó la imagen de la Virgen de las Virtudes, patrona de la Escuela de la Virtud. Inicialmente, el padre Palau se instaló en una cueva cercana al mar, pero el propietario del terreno donde se ubicaba la cueva, Francesc Marí, de Can Berris, se compadeció de su situación y le ofreció un trozo de tierra baldía, conocido con el nombre de Entrador des Cubells, que el padre Palau aceptó, encargando a dos de sus discípulos espirituales, venidos expresamente de Barcelona para ayudarle, la construcción de una caseta en la que refugiarse y de una capilla en la que poder honrar a la Virgen.
En 1857 envió un suplicatorio a la reina Isabel II pidiéndole el levantamiento del destierro, lo que consiguió en noviembre, cuando se le permitió trasladarse y residir en cualquier lugar de la península Ibérica, salvo Cataluña, pero a principios de 1858 volvió a ser detenido en Barcelona, acusado de querer reorganizar la Escuela de la Virtud, y desterrado de nuevo a Ibiza. En diciembre de 1859 volvió a solicitar a la reina que le levantara la pena de destierro y en 1860, aprovechando una amnistía general, solicitó al gobernador de Ibiza poder regresar a la Península. En 1864 regresó a Ibiza, llamado por el gobernador eclesiástico, para predicar en varios lugares, misión que repitió al año siguiente. Por aquel entonces, el padre Palau comenzó a orientar su actividad ministerial hacia la práctica del exorcismo, que en 1865 intensificó en Barcelona, lo que le ocasionó problemas las autoridades eclesiásticas.
En enero de 1867 el comisario apostólico de los carmelitas descalzos le nombró director de los terciarios de la orden y luego escribió los estatutos para los hermanos terciarios de la Virgen del Carmen. En 1868 apareció el primer número de ‘El Ermitaño’, semanario fundado y dirigido por el padre Palau, y en 1870 regresó a Roma y presentó a los padres de lengua española del Concilio Vaticano I sus observaciones sobre el exorcismo, lo que aumentó las dificultades y las tensiones con la jerarquía eclesiástica, lo cual le llevó a la cárcel por un corto periodo de tiempo y le valió un proceso judicial, en el que fue absuelto poco antes de su muerte.
En 1872, tras la publicación de las ‘Reglas y constituciones de la orden terciaria de los carmelitas descalzos’ visitó varias comunidades de religiosas que atendían a enfermos de tifus. Así llegó enfermo a Tarragona, donde murió el 20 de marzo de ese año.
Precisamente en Tarragona, en 1951, se abrió el proceso diocesano de beatificación, que finalizó en 1958, cuando el expediente fue enviado a la congregación romana para las Causas de los Santos; diez años después (1968) el papa Pablo VI aprobó los escritos del padre Palau y finalmente en 1988 fue beatificado por Juan Pablo II.
