Mons. Vicent Ribas Prats, obispo de Ibiza.
A propósito de la apertura de la veda en torno a la libertad de expresión.
Ya viene sucediendo desde hace tiempo, pero las campanadas de fin de año en TVE, marcaron el despropósito vergonzante del mal gusto y del todo vale. Cuando ha pasado un mes y parece que ya todo está olvidado, conviene reflexionar serenamente sobre lo que, ante aquella insensatez retransmitida a lo grande, nos jugamos.
La libertad de expresión es un derecho fundamental que permite a las personas expresar sus ideas, opiniones y creencias sin temor a represalias o censura. Este derecho es esencial para el funcionamiento de una sociedad democrática, ya que fomenta el debate, la diversidad de pensamientos y la participación activa de los ciudadanos en la vida pública. La libertad de expresión no solo se refiere a la capacidad de hablar libremente, sino también a la libertad de buscar, recibir y difundir información e ideas. Esto incluye el acceso a diferentes medios de comunicación y plataformas donde se pueden compartir pensamientos y opiniones. Sin embargo, es importante recordar que este derecho también conlleva responsabilidades. La expresión debe ejercerse de manera que no incite al odio, la violencia o la discriminación. En un mundo cada vez más interconectado, la libertad de expresión enfrenta nuevos desafíos, como la desinformación y la censura en línea. Por eso, es crucial defender este derecho y promover un entorno donde todas las voces puedan ser escuchadas y respetadas. Al final del día, la libertad de expresión es un pilar que sostiene la dignidad humana y el progreso social, permitiendo que cada individuo contribuya al diálogo colectivo y al enriquecimiento de nuestras comunidades.
Este derecho se basa, como todos los derechos en el principio de libertad. Es decir, termina donde comienza la libertad de la otra persona y el respeto que merece. Sin embargo, este derecho también puede ser mal utilizado como una herramienta para insultar y ofender a otros. En muchos casos, la línea entre la libre expresión y el discurso de odio se vuelve difusa, lo que plantea importantes dilemas éticos y sociales. Cuando la libertad de expresión se utiliza para insultar, se corre el riesgo de deslegitimar el propio concepto de este derecho. Las palabras pueden tener un impacto profundo, y los insultos y ofensas no solo hieren a las personas individualmente, sino que también pueden perpetuar estigmas, divisiones y conflictos en la sociedad. En lugar de fomentar un diálogo constructivo, el uso abusivo de la libertad de expresión para atacar a otros puede crear un ambiente hostil y polarizado. Además, el uso de la libertad de expresión para ofender a menudo se justifica bajo la premisa de que todos tienen derecho a expresar sus opiniones, sin considerar las consecuencias que estas pueden tener. Esto puede llevar a la normalización de comportamientos tóxicos y a la creación de espacios donde el respeto y la empatía son relegados a un segundo plano. En este sentido, es crucial reflexionar sobre la responsabilidad que conlleva el ejercicio de este derecho. Y particularmente de aquellos que a través de los medios de comunicación y de las redes sociales se dirigen a personas concretas, con valores, ideales y creencias.
Es importante encontrar un equilibrio entre la libertad de expresión y el respeto hacia los demás. Fomentar un diálogo abierto y respetuoso puede enriquecer nuestras interacciones y contribuir a una sociedad más inclusiva. Al final, la verdadera libertad de expresión no debería ser un escudo para el insulto, sino una plataforma para el entendimiento y el respeto mutuo. Al promover un uso consciente y responsable de este derecho, podemos trabajar juntos para construir un entorno donde todas las voces sean escuchadas y valoradas, sin recurrir a la ofensa.
Pero el tiempo en el que vivimos no es este. Es el tiempo del todo vale, del insulto y de la ofensa impunes, de la manipulación ideológica. En este sentido hay (con nombres y apellidos) que cuantas más tonterías se digan o se visualicen, cuanto más se insulte, cuanto más se ofenda, cuantos más etiquetas y estereotipos se construyan para denigrar a contrario más libres somos, mayor libertad de expresión tenemos. Y caemos así en una falsa libertad de expresión.
La falsa libertad de expresión se refiere a situaciones en las que se promueve la idea de que todos pueden expresar sus opiniones libremente. Sobre todo, cuando se trata de atacar a la Iglesia, a las cuestiones relativas a la fe, a los valores que dan sentido a la vida, y a otros modos de pensar que no se ajustan a ciertas normas o ideologías predominantes.
Cuando esta situación es promovida abierta u ocultamente desde las instituciones y medios del estado, entonces la libertad de expresión se pone al servicio de la política partidista. La mentira política se ha convertido en un fenómeno preocupante que socava los cimientos de la democracia. En un sistema democrático, la confianza en los líderes y en las instituciones es fundamental para el funcionamiento adecuado de la sociedad. Sin embargo, cuando los políticos recurren a la desinformación, las promesas vacías o las manipulaciones, se genera un clima de desconfianza que puede deslegitimar el proceso democrático. Cuando los ciudadanos no pueden confiar en la veracidad de la información que reciben, se ven atrapados en un ciclo de desconfianza y cinismo que puede llevar a la apatía política.
Además, la mentira política alimenta la polarización y la división social. En lugar de fomentar un diálogo constructivo y el entendimiento entre diferentes puntos de vista, las falsedades pueden exacerbar los conflictos y crear un ambiente hostil. Esto no solo debilita la cohesión social, sino que también puede llevar a la radicalización de ciertos grupos, que se sienten justificados en sus creencias erróneas.
La desinformación también tiene un impacto directo en la participación ciudadana. Cuando las personas sienten que están siendo manipuladas o engañadas, es probable que se alejen del proceso político, lo que resulta en una menor participación en elecciones y en la vida cívica en general. Esto crea un círculo vicioso donde la falta de participación permite que las mentiras persistan y se propaguen, debilitando aún más la democracia. La mentira política representa un grave desafío para la democracia. Combatirla requiere un esfuerzo conjunto de ciudadanos, de quienes ocupan puestos de responsabilidad en instituciones políticas, sociales y religiosas, así como en los medios de comunicación para garantizar que la verdad prevalezca y que la democracia se fortalezca, permitiendo un futuro más justo y participativo para todos.
«La verdad os hará libres« es una afirmación de Jesucristo que recoge el evangelio de Juan (8,32) y ha resonado a lo largo de los siglos como un poderoso recordatorio sobre la importancia de la verdad en nuestras vidas. En su contexto original, Jesús se dirigía a sus seguidores, enfatizando que conocer la verdad espiritual y vivir de acuerdo con ella es fundamental para alcanzar la verdadera libertad.
Esta afirmación sugiere que la verdad no solo se refiere a la honestidad y la transparencia en nuestras interacciones diarias, sino también a una comprensión más profunda de nosotros mismos y del mundo que nos rodea. La verdad tiene el poder de liberarnos de las cadenas de la ignorancia, el miedo y la manipulación. Cuando abrazamos la verdad, somos capaces de tomar decisiones más informadas y de vivir de manera auténtica, alineando nuestras acciones con nuestras creencias y valores. Además, la búsqueda de la verdad puede ser un camino desafiante. A menudo, enfrentamos verdades incómodas que pueden desestabilizar nuestras percepciones y creencias. Sin embargo, es precisamente a través de este proceso de confrontación y reflexión que podemos crecer y evolucionar. La libertad que se deriva de la verdad no es solo una liberación de las mentiras externas, sino también de las limitaciones internas que nos impiden alcanzar nuestro potencial y desarrollarnos en plenitud.
En un mundo donde la desinformación y las falacias forman parte del entresijo de lo cotidiano, hacer nuestra la expresión «La verdad os hará libres» cobra aún más relevancia. Nos invita a ser críticos con la información que consumimos y a buscar la verdad en todas sus formas. Al hacerlo, desenmascaramos a tantos que tras diferentes máscaras se siendo lobos, se han disfrazo con la piel del cordero, del buenismo, de la tolerancia, de respeto…
Y en esto, todo, creyentes y no creyentes, practicantes religiosos y no practicantes, de una u otra religión debemos ir todos a una, porque a todo hombre y mujer “la verdad lo hará libre”.
