¿PARA QUIÉN SOY? IBIZA PARTICIPA EN EL CONGRESO DE VOCACIONES ORGANIZADO POR LA CEE

¿PARA QUIÉN SOY? IBIZA PARTICIPA EN EL CONGRESO DE VOCACIONES ORGANIZADO POR LA CEE

Los días 7,8 y 9 de febrero un grupo de 9 personas de la Diócesis de Ibiza, entre ellos, laicos, religiosas y seminaristas, participaron en el Congreso de Vocaciones “Asamblea de llamados para la misión”, que se llevó a cabo en Madrid.

En el Congreso se propuso a los participantes reflexionar y redescubrir la vida como vocación universal y promover las distintas vocaciones: laicos, matrimonios, consagrados y sacerdotes, todos con una misma misión, anunciar el Evangelio al mundo de hoy.

¿Quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿qué sentido tiene la vida?, son algunas de las preguntas con las que, junto a hermanos venidos de todas las Diócesis del país, iniciaron el Congreso.

Martín, seminarista de Ibiza, fue uno de los que participó en el Congreso.

Uno de los principales temas al hablar de vocación es el discernimiento, es decir, empezar a recorrer el camino del proceso vocacional en el que, entre otras cosas, se interioriza la llamada que Dios hace a cada persona de manera única y distinta, en su contexto, en su realidad, en su momento vital y existencial.

«En este sentido, es importante que seamos conscientes que todos somos llamados a hacer nuestro propio camino vocacional, nuestro propio discernimiento desde las inquietudes personales, los anhelos profundos del corazón y la clara disposición a hacer la voluntad de Dios, que siempre está orientada a procurar la felicidad y la plenitud del ser humano»

Por tanto, si buscamos la plenitud, tenemos que pasar por descubrir la identidad, tanto personal como comunitaria y eclesial. Es por ello que se propone un cambio de perspectiva; no preguntarse más qué es la Iglesia, sino, quiénes son la Iglesia. Esta nueva forma de cuestionarse pone en un papel protagonista a cada persona como miembro activo de la Iglesia. En palabras de San Pablo uno se convierte en “piedra viva”.

En una de las ponencias se nos recordaba cómo en la ciudad de Corinto, por ejemplo, no había Iglesia en un primer momento, es cuando llega san Pablo que se da la primera convocatoria y donde solo algunos responden a la invitación de seguir a Cristo. Es con esos pocos que dicen sí, como respuesta al llamado, donde se instaura la Iglesia, donde el Espíritu suscitará nuevas vocaciones que sostendrán la incipiente comunidad de cristianos, los llamados corintios. Y como esta, todas las demás comunidades reflejan la presencia de un Dios misionero, que sale al encuentro del ser humano y lo invita a crecer en espíritu y verdad, a ser miembro de un solo cuerpo; el cuerpo de la Iglesia, donde Cristo es la cabeza.

Se puede decir que la misión de Dios llama a la existencia de la Iglesia, la misión antecede a la llamada personal, que se convertirá después en llamada comunitaria. Somos llamados a vivir la fe en comunidad, como hermanos, cuidando los unos de los otros, haciendo camino vocacional con corresponsabilidad, unos guiando y mostrando el camino, otros orando y otros acompañando. Y este último, el acompañante, con una labor específica; ayudar a aquellos llamados a descubrir lo que Dios quiere para cada uno de ellos en su propia vida.

En este sentido, tenemos una tarea como bautizados: hacer que la Iglesia diocesana pueda convertirse en “cuna y hogar de todas las vocaciones”, sean estas religiosas, sacerdotales, diaconales o laicales. Lo importante será que todas ellas respondan desde su ser, realidad y coyuntura específica, a la llamada única y personal que Dios nos hace a cada bautizado.

Pidamos al Dueño de la mies que envíe obreros a ayudar a cumplir su voluntad, que suscite nuevas vocaciones, que renueve constantemente las que ya existen, y que, los pocos o muchos que seamos en su Iglesia, podamos dar testimonio del amor fraterno, de la fe que profesamos y del Dios en quien creemos.