Parroquia de San Juan de Labritga 24 de junio de 2017

«El Señor desde el seno materno me llamó; desde las entrañas de mi madre pronunció mi nombre« (Is 49, 1).

1. Celebrar las fiestas de los santos es algo que nos hace bien: en esa ocasión reconocemos los caracteres de su vida, las enseñanzas que para nuestra vida nos dan y nos ofrecen su ayuda y protección para que, como ellos, caminemos hacia el cielo viviendo como Dios espera de cada uno de nosotros en nuestros años en la tierra.

Celebramos hoy la natividad de san Juan Bautista, titular de este templo parroquial. En muchos puntos de la geografía nacional, alrededor del día de hoy se organizan fiestas para honrar al santo, siguiendo tradiciones centenarias.  La figura de Juan ha calado hondamente en el imaginario cristiano y en la simpatía del pueblo de Dios: pariente de Jesús, asceta y místico, profeta valiente y denunciador, predicador ardiente de la conversión… Juan ha conquistado un lugar privilegiado en el universo cristiano.

En la homilía quiero destacar algunos de los rasgos que presentan los evangelios de Juan  Bautista.

Las palabras del profeta Isaías que hemos escuchado en la primera lectura se aplican muy bien a esta gran figura bíblica que está entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. En el gran ejército de profetas y justos de Israel, Juan «el Bautista» fue puesto por la Providencia inmediatamente antes del Mesías, para preparar delante de él el camino con la predicación y con el testimonio de su vida.

2.      El objetivo del relato del evangelio es mostrar que Juan Bautista era un profeta y presentarlo como precursor de Jesús. En el evangelio se  presentan los elementos para resaltar que Juan es un elegido de Dios: sus padres ancianos y la madre estéril. Además, el nombre de Juan viene de lo alto, como revelación, indicado por Dios. “No temas, Zacarías, tu mujer, Isabel, te dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Juan” (Lc 1,13).  Zacarías, cumplido el castigo, recupera el habla, y todos los vecinos y parientes quedan impresionados. Se preguntaban:” ¿Qué va a ser de este niño?” porque la mano de Dios estaba con él.

Siguiendo lo que nos dicen los evangelios de Juan, encontramos su acción enmarcada en lo que dice el profeta Isaías como palabra de Dios: “Mira yo envío mi mensajero delante de mí a prepararme el camino”.  Y también: “Voz de uno que grita en el desierto: preparen el camino del Señor, rectifiquen los senderos de nuestro Dios”. Y como precursor de Jesús: “Yo envío mi mensajero delante de ti, a preparar tu camino… él será voz que grita en el desierto: preparen el camino del Liberador, rectifiquen sus senderos’…”.

Juan  hablaba muy claro; era, también, muy exigente consigo mismo. Había renunciado a todo privilegio humano; Decía: “Detrás de mí viene uno que es más fuerte que yo… Vean que yo los bautizo, pero nada más con agua; él los inundará de Espíritu Santo”. Una vez que confesaban sus pecados, él los bautizaba en el Jordán.

En ese quehacer de predicación y bautismos, un día ve acercarse a un hombre en medio de la multitud del pueblo que le pide que lo bautice. Es Jesús que se acerca como uno más en medio del pueblo excluido, solidarizándose con ellos, asumiendo plenamente su misma condición humana. Mateo relata que Juan se resistía a bautizar a Jesús, diciendo: “Soy yo quien necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí? Jesús le responde: “Ahora haz lo que te digo pues de este modo conviene que realicemos la justicia plena”. Y ahí comienza, con la fuerza del Espíritu de Dios, la vida pública de Jesús”.

En el evangelio de Juan (el evangelista), se relata un encuentro de Juan Bautista con Jesús. Al ver acercarse a Jesús, dice: “Ahí está el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo…”. Y al día siguiente, estando él con dos de sus discípulos, viendo pasar a Jesús, dice: “Ahí está el Cordero de Dios”. Los dos discípulos siguieron a Jesús. Juan continuó bautizando y ante una polémica entre sus discípulos sobre la actividad de Jesús, reafirma su mensaje: “…Yo no soy el Mesías sino que me han enviado por delante de él… El debe crecer y yo disminuir”.

Juan cae prisionero de Herodes quien por complacer un capricho de Herodías, la hija de su mujer, manda cortar su cabeza. Sus discípulos recogieron el cadáver y fueron a contárselo a Jesús. Juan muere como un profeta, por denunciar la perversión de la conducta de Herodes.

 

3.      Estos son, en breve, los rasgos que describen a Juan Bautista como precursor del Mesías y como profeta. Jesús, también da testimonio de Juan, cuando señala: “… Les aseguro, de los nacidos de mujer, no ha surgido aún alguien mayor que Juan Bautista. Y sin embargo, el último en el reino de los cielos es mayor que él”. (Mt 11,11)

Juan Bautista nos deja su enseñanza a nosotros, para que sigamos anunciando a Jesús como Mesías, y sigamos cumpliendo la función de profetas, señalando la presencia activa del Reino de Dios que quiere establecer la justicia y la fraternidad entre sus hijos.

 

4.      Amadísimos hermanos y hermanas, Juan Bautista era el mensajero, el precursor: fue enviado para preparar el camino a Cristo. ¿Qué nos dice la figura de san Juan Bautista precisamente aquí, en este pueblo que lleva su nombre? Pues que estamos llamados a desempeñar ese papel de “precursor” del Señor entre todas las personas.

Pueblo de Dios que crees, esperas y amas gusta de nuevo con alegría el don del Evangelio.  Contempla, en este día, a san Juan Bautista, modelo perenne de fidelidad a Dios y a su ley. Él preparó a Cristo el camino con el testimonio de su palabra y de su vida. Imítalo con dócil y confiada generosidad.

San Juan Bautista es ante todo modelo de fe. Siguiendo las huellas del gran profeta Elías, para escuchar mejor la palabra del único Señor de su vida, lo deja todo y se retira al desierto, desde donde dirigirá  la invitación a preparar el camino  del  Señor (cf. Mt 3, 3 y paralelos).

Es modelo de humildad, porque a cuantos lo consideran no sólo un profeta, sino incluso el Mesías, les responde:”Yo no soy quien pensáis, sino que viene detrás de mí uno a quien no merezco desatarle las sandalias» (Hch 13, 25).

Es modelo de coherencia y valentía para defender la verdad, por la que está dispuesto a pagar personalmente hasta la cárcel y la muerte.

Amigos y hermanos que acogéis en nombre de San Juan, seguid siendo fieles al Evangelio y dadlo a todos para que sean felices cumpliéndolo.  Muchas personas de aquí a lo largo de todos los siglos han caminado con plena fidelidad a Cristo; muchos de ellos han llevado su coherencia hasta el sacrificio que hiciera falta hacer, conscientes de que un sacrificio pasa después a una felicidad. En la escuela de Cristo, siguiendo las huellas de san Juan Bautista, de los santos y de los mártires de esta tierra, tened también vosotros, amadísimos hermanos y hermanas, la valentía de poner siempre en primer lugar los valores espirituales.

A los jóvenes de aquí les digo con amor y ayuda:
Vosotros, queridos jóvenes, sed fuertes y libres. No os dejéis engañar por espejismos de felicidad barata. Seguid el camino de Cristo: ciertamente, Cristo es exigente, pero puede haceros gustar el sentido pleno de la vida y la paz del corazón.

Vosotros, queridos padres, preparad el camino del Señor ante vuestros hijos. Educadlos con amor y dadles un buen ejemplo de coherencia con los principios que enseñáis. Y vosotros, los que tenéis responsabilidades educativas y sociales, sentíos comprometidos a promover siempre el desarrollo integral de la persona humana, cultivando en los jóvenes un profundo sentido de justicia y solidaridad con los más débiles.

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