1.- Las fiestas de los santos, que en nuestra Diócesis celebramos habitualmente de un forma especial dos o tres veces al mes a lo largo del año, gracias a las bonitas fiestas de los titulares de las parroquias, con la presencia de tantas personas y entidades, entre ellas los dignos Ayuntamientos, son unas actividades que nos pueden hacer mucho bien para nuestra vida en la tierra y preparación de nuestro destino al cielo. Así, en las fiestas religiosas de la Virgen y de los santos conocemos más su vida y actividades, aprendemos su acogida de la Palabra de Dios en sus obras y sus enseñanzas y ellos nos ayudan notablemente con su intervención ante Dios a favor nuestro.
Hoy es la fiesta de San Mateo, apóstol y evangelista, al cual tenemos dedicada esta parroquia aquí en este pueblo de San Mateu d’Albarca y con esa ocasión tenemos la oportunidad de aprender cosas de la vida de San Mateo para organizar nuestra vida y contar con su intervención ante el Padre a favor nuestro.
El primer Obispo de Ibiza, Mons. Manuel Abad y la Sierra, al erigir las primeras parroquias de la Diócesis dedicó una parroquia a San Mateo. La iglesia de Sant Mateu d’Albarca fue erigida en el siglo XVIII para atender a los vecinos del llano, que hasta entonces formaban parte de la parroquia de Sant Miquel. El templo comenzó a levantarse en 1785 y fue concluido en 1796. Los lugareños trabajaron sin descanso para tratar de terminarla. El templo cuenta con una sola nave y ocho capillas laterales. El amplio porche le fue añadido a finales del siglo XIX. Destaca por su campanario esquinado, hecho que lo asemeja notablemente a los templos de Sant Carles y Sant Llorens. El altar mayor es de 1968.
2.- Con motivo de esta fiesta se celebran distintas actividades buenas, y un de ellas es la Santa Misa de hoy. Participar en la Santa Misa es algo que nos hace bien a los que asistimos, nos une a todos, nos hace hermanos y amigos. En efecto, escuchamos las palabras de Jesús, sus obras y sus actividades y la invitación a ser también nosotros así. La Misa nos ayuda a vivir cerca de Jesús y a que Jesús este cerca de nosotros y nos ayude. Y esa cercanía con Jesús es importante, pues como decía Santa Teresa de Calcuta, una santa a la que yo conocí y traté, «Jesús es mi Dios/ Jesús es mi esposo/ Jesús es mi vida/ Jesús es mi todo. Por eso, nunca temo». La Misa es, entre muchas cosas buenas, una oportunidad de tratar a Jesús.
3.- Y un ejemplo de ese trato con Jesús, lo podemos ver en San Mateo.
San Mateo tenía como nombre civil Levi y residía en Cafarnaúm, ciudad de una gran importancia comercial por estar situada en la gran ruta recorrida por las caravanas en sus viajes entre Siria y Egipto, y, también, a causa de su proximidad a la frontera que separaba el territorio de Filipo del de Herodes Antipas. Mateo ejercía como recaudador de impuestos en nombre de este último.
De acuerdo con el propio evangelio de San Mateo (9:9), que hemos escuchado hoy y el de san Marcos (2:14), Mateo se hallaba en su despacho de recaudación de tributos en Cafarnaúm, junto al mar de Galilea, cuando Jesús le dijo: «Sígueme». El –continúa el texto sagrado– se levantó y lo siguió. No hay que extrañarse del hecho de que aquel recaudador de impuestos, a la primera indicación imperativa del Señor, abandonase su preocupación por las ganancias terrenas y, dejando de lado todas sus riquezas, se adhiriese al grupo que acompañaba a aquel que él veía carecer en absoluto de bienes. Es que el Señor, que lo llamaba por fuera con su voz, lo iluminaba de un modo interior e invisible para que lo siguiera, infundiendo en su mente la luz de la gracia espiritual, para que comprendiese que aquel que aquí en la tierra lo invitaba a dejar sus negocios temporales era capaz de darle en el cielo un tesoro incorruptible.
Y, estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. La conversión de un solo publicano fue una muestra de penitencia y de perdón para muchos otros publicanos y pecadores. Ello fue un hermoso y verdadero presagio, ya que Mateo, que estaba destinado a ser apóstol y maestro de los gentiles, en su primer trato con el Señor arrastró en pos de sí por el camino de la salvación a un considerable grupo de pecadores. De este modo, ya en los inicios de su fe, comienza su ministerio de evangelizador que luego, llegado a la madurez en la virtud, había de desempeñar. Pero, si deseamos penetrar más profundamente el significado de estos hechos, debemos observar que Mateo no sólo ofreció al Señor banquete corporal en su casa terrena, sino que le preparó, por su fe y por su amor, otro banquete mucho más grato en la casa de su interior, según aquellas palabras del Apocalipsis: Estoy a la puerta llamando: si alguien oye y me abre, entraré y comeremos juntos.
Nosotros escuchamos su voz, le abrimos la puerta y lo recibimos en nuestra casa, cuando de buen grado prestamos nuestro asentimiento a sus advertencias, ya vengan desde fuera, ya desde dentro, y ponemos por obra lo que conocemos que es voluntad suya. Él entra para comer con nosotros, y nosotros con él, porque, por el don de su amor, habita en el corazón de los elegidos, para saciarlos con la luz de su continua presencia, haciendo que sus deseos tiendan cada vez más hacia las cosas celestiales y deleitándose él mismo en estos deseos como en un manjar sabrosísimo.
La tradición indica que evangelizó Judea y, posteriormente, fue misionero en Etiopía y Persia. Al parecer, vivió largos años en Antioquía, donde escribió su Evangelio, que, por su destacado interés eclesiástico, permite vislumbrar la realidad de una comunidad ferviente y disciplinada, esencialmente judía en cuanto a su origen, pero alentada por un vivo ímpetu misional.
Mateo, pues, una persona que escucha a Jesús, le hace caso, transmite sus palabras y enseñanzas y dedica toda su vida y actividades a ser evangelizador, es decir, a servir que la gente sea cristiana. Una magnifica y buena enseñanza para todos nosotros, siendo pues, fieles a Dios y ayudando a los demás a que lo sean. Nosotros escuchamos su voz, le abrimos la puerta y lo recibimos en nuestra casa, cuando de buen grado prestamos nuestro asentimiento a sus advertencias, ya vengan desde fuera, ya desde dentro, y ponemos por obra lo que conocemos que es voluntad suya. Él entra para comer con nosotros, y nosotros con él, porque, por el don de su amor, habita en el corazón de los elegidos, para saciarlos con la luz de su continua presencia, haciendo que sus deseos tiendan cada vez más hacia las cosas celestiales y deleitándose él mismo en estos deseos como en un manjar sabrosísimo.
Que esta fiesta, contemplando la vida y enseñanzas de San Mateo, nos ayude a ser también nosotros personas cercanas Jesús y evangelizadores para el bien y la alegría de los demás.
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