En este domingo, fiesta más cercana al día de San Valero, que como sabéis litúrgicamente es el día 29 de este mes, la Asociación de la Tercera Edad de Formentera que lo tiene como patrón, lo celebra y, como tiene que ser, entre los actos que se organizan, está esta celebración eucarística dominical, es decir la Misa.

Es un cosa muy buena que al organizar las actividades para favorecer la vida e las personas, y en este caso, de las personas mayores, se tenga presente y se anime a participar en la Misa. El Papa Francisco decía recientemente en una de las audiencias generales de los miércoles (5 de febrero de 2014): “De este Sacramento del amor, de hecho, nace todo auténtico camino de fe, de comunión y de testimonio. Lo que vemos cuando nos reunimos para celebrar la Eucaristía, la Misa, nos hace ya intuir qué cosa estamos por vivir…Sobre la mesa hay una cruz, que indica que sobre aquel altar se ofrece el sacrificio de Cristo: es Él el alimento espiritual que allí se recibe, bajo el signo del pan y del vino. Junto a la mesa está el ambón, es decir, el lugar desde el cual se proclama la Palabra de Dios: y esto indica que allí nos reunimos para escuchar al Señor que habla mediante las Sagradas Escrituras y, por lo tanto, el alimento que se recibe es también su Palabra.

La Eucaristía constituye el vértice de la acción de salvación de Dios: el Señor Jesús, haciéndose pan partido para nosotros, vierte, en efecto, sobre nosotros toda su misericordia y su amor, tanto que renueva nuestro corazón, nuestra existencia y nuestro modo de relacionarnos con Él y con los hermanos.

Queridos amigos, ¡no agradeceremos nunca suficientemente al Señor por el don que nos ha hecho con la Eucaristía! Es un don muy grande. Y por esto es tan importante ir a misa el domingo, ir a misa no sólo para rezar, sino para recibir la comunión, este Pan que es el Cuerpo de Jesucristo y que nos salva, nos perdona, nos une al Padre. ¡Es hermoso hacer esto! Y todos los domingos vamos a misa porque es el día de la resurrección del Señor, por eso el domingo es tan importante para nosotros.

Y con la Eucaristía sentimos esta pertenencia a la Iglesia, al Pueblo de Dios, al Cuerpo de Dios, a Jesucristo. Y esto se hace durante toda la vida”.

Agradecido por la invitación a participar en esta fiesta vuestra, he querido –como un regalo, como una ayuda, como por daros algo bueno- recordaros estas palabras del Papa Francisco para que tengáis aprecio por cada Misa, por todas las Misas, para que sea acción vuestra la participación frecuente, cada domingo, en la celebración de la Misa. Es algo bueno, es algo que hace bien a quienes participan y participan bien, escuchando la Palabra de Dios y después uniéndose más a Dios en la comunión.

La Palabra de Dios que hoy se ha proclamado, especialmente la primera lectura, del libro de Jonás, y el Evangelio de San Marcos nos han hecho una invitación explícita y clara a la conversión.

Jonás fue enviado por Dios a la ciudad de Nínive, una ciudad donde había corrupción, pecados, malestar, donde no había fe ni paz y seguridad para todos. No era fácil cambiar, convertir esa ciudad y por eso, lo hemos escuchado, se resiste a ello: se trataba de una ciudad enemiga y contraria a Dios y Jonás tiene miedo de sufrir un revés, un fracaso; teme por si vida, por su seguridad personal. El Señor le insiste: “Levántate, ves a Nínive, la gran ciudad y anuncia lo que te diré”.  Jonás fue y, contra lo que pensaba, los ciudadanos de Nínive respondieron positivamente, acogieron el anuncio del profeta, hicieron penitencia y se convirtieron.

¿Qué nos enseña esta historia? El anuncio de la fe, de la salvación, debe hacerse siempre y en todas las partes, incluso allí donde nos puede parecer que no producirá ningún efecto, donde nos parece que nadie está dispuesto a acogerlo; una palabra buena, un buen ejemplo, una postura buena auque discreta, pueden dar frutos buenos e inesperados. Un cristiano no debe tener miedo o respeto humano a profesar abiertamente su fe de forma clara y visible. Con su vida, el cristiano está llamado a ser “portavoz” de Dios y de su mensaje de salvación, que es para todos, y que hemos de hacer llegar también a los que están lejos de la fe, o son inciertos y dudosos.

Y en esto las personas mayores tenéis un encargo especial. Las personas mayores, que han sido educadas en la fe, la han mantenido y la viven, tienen que ser evangelizadores de sus propias familias. Su fe no la pueden guardar para ellos mismos, sino que han de transmitirlas a los demás. San Juan Pablo II decía: “El primer ambiente en el que ha de desarrollarse la acción de los ancianos es la familia. Su sabiduría y su experiencia es un tesoro para los esposos jóvenes, que, en sus primeras dificultades de vida matrimonial pueden encontrar en los padres y confidentes ya mayores, las personas con quienes abrirse y aconsejarse, mientras en el ejemplo y en los cuidados afectuosos de los abuelos, los nietos encuentran compensación a las ausencias, hoy tan frecuentes por varios motivos, de los padres”. Y recientemente el Papa Francisco: “«Qué precioso es el valor de la familia, como lugar privilegiado para transmitir la fe! …los abuelos. Qué importantes son en la vida de la familia para comunicar ese patrimonio de humanidad y de fe que es esencial para toda sociedad” Y en otra ocasión, en una fiesta para los ancianos en el Vaticano: “La vejez, de modo particular, es un tiempo de gracia, en el que el Señor nos renueva su llamado: nos llama a custodiar y transmitir la fe, nos llama a orar, especialmente a interceder; nos llama a estar cerca de quien tiene necesidad… Los ancianos, los abuelos tienen una capacidad para comprender las situaciones más difíciles: ¡una gran capacidad! Y cuando rezan por estas situaciones, su oración es fuerte, es poderosa “, añadió que “los abuelos, que han recibido la bendición de ver a los hijos de sus hijos (Cf. Sal 128, 6), se les ha confiado una gran tarea: transmitir la experiencia de la vida, la historia de una familia, de una comunidad, de un pueblo; compartir con sencillez una sabiduría, y la misma fe: ¡el legado más precioso!».

Esta clara, pues, esta misión, este encargo que tenéis las personas mayores: ser transmisores de la fe, de la bondad, del amor, a los que vienen por detrás. Y ello sin miedo y sin temor a no acertar, como hemos escuchado que, lamentablemente tenía Jonás, aunque después lo cumplió y tuvo éxito su misión.

El Evangelio de San Marcos nos ha presentado las primeras palabras de Jesús en su vida pública: “Convertíos y creed en el Evangelio”.

Jesús nos quiere y lo que nos dice es para nuestro bien, es a favor nuestro. No pide que nos convirtamos y, ¿qué es convertirse? Es cambiar, cambiar la mentalidad, cambiar nuestro modo de ver y de juzgar las cosas y entones cambiar nuestra conducta de vida. Dicha esta palabra por Jesús es una llamada a fiarnos totalmente de Él y de sus Palabras, de su Evangelio; hacer que el Evangelio sea el punto de referencia, de inspiración siempre de nuestras decisiones, la norma y el fundamento de nuestra conducta, la inspiración de nuestro obrar.

El Evangelio lo han creído y seguido los santos. Los santos son ejemplos de personas que se fían de Jesús y confían completamente en Él. Inspirándonos en los santos, siguiendo sus ejemplos, sus enseñanzas, cumpliremos esa invitación que nos ha hecho hoy Jesús. Así lo hizo San Valero:  a pesar de los halagos y promesas de una feliz y serena ancianidad a cambio de renunciar a su fe en Cristo y a su apostolado, él no aceptó. Valoraba la fe en Dios manifestada también con las obras más que todo lo demás. Es un hermoso ejemplo que invita a imitarlo. En efecto, vivimos en una época de cambios profundos. El siglo XXI ha recibido una compleja herencia del pasado en la que, como en todos los periodos de la historia hay luces y sombras. Los años pasados nos ha dejado el testimonio de muchas guerras, algunas mundiales, que han sesgado a vida de muchas personas. Hoy aún siguen levantadas las armas en muchas zonas del planeta. Hemos visto persecuciones, deportaciones, lucha de ideologías, emigraciones forzadas, etc. Y no faltan persecuciones y ataques, negativas de ayuda a la Iglesia.

El más peligroso de todos los procesos oscuros es el del debilitamiento de la fe de los cristianos y su falta de influencia en algunos campos de la vida humana. Por ello, hoy se habla y se promueven ataques a la vida, como son el aborto o la eutanasia, falta solidaridad, difusión del consumismo que esclaviza, etc. Y si esos males tienen un orígen claro en la falta de fe, se impone, por el bien de la humanidad una nueva expansión de la fe, una evangelización más incisiva y capilar, de modo que los hombres y las mujeres de nuestro tiempo, fieles a la Palabra de Dios, puedan organizar la vida de un modo más humano, lo cual es lo mismo que decir más acorde con la Ley divina establecida por el Creador.

Que San Valero, queridos hermanos de la Asociación de la Tercera Edad de Formentera que lo tenéis como patrón y protector, os ayude y acompañe con serenidad en estos años y que iluminados por su ejemplo, conservéis siempre el gusto por la vida, la conciencia de su utilidad y la alegría de gastarla día tras día por el bien de los demás.

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