Os saludo cordialmente a todos vosotros, que como es tradición secular entre nosotros, los hijos y habitantes de Ibiza y Formentera, habéis acudido en gran número a esta celebración. A vosotros, queridos hermanos sacerdotes, colaboradores en la fascinante tarea del conducir al pueblo cristiano por las sendas del amor y de la paz, presentándole el mensaje del Evangelio, fuente de la verdad y de la vida. Un Evangelio que fue vivido extraordinariamente por la Madre de Jesús, María de Nazaret.
A las autoridades civiles y militares; a la Corporación Municipal de Vila; al Molt Honorable Señor Presidente del Consell Insular d’Eivissa y Consellers; a los Alcaldes y concejales de los otros Municipios de esta Isla; al Sr. Delegado Insular del Gobierno; a los parlamentarios, a las autoridades militares y del Cuerpo Nacional de Policía.
Saludo a todos los fieles de distintas parroquias de nuestra diócesis, con los obreros de las parroquias, que con su presencia y con las banderas son portadores hasta aquí del afecto y del amor de los fieles de todos y cada uno de los pueblos hacia la Virgen María.
A todos, pues, mi saludo que me hace veros como hermanos y amigos, un saludo que por mi parte hoy y siempre está colmado de estima y afecto, actitudes siempre crecientes con el paso de los años. Es una suerte para mí, que agradezco a Dios ser ya undécima vez la que con vosotros y para vosotros celebro esta fiesta que para mí es una ayuda y un estímulo para el progreso espiritual y la práctica del amor.
Sabemos y afirmamos que Dios es amor y sus intervenciones en la historia de la humanidad son siempre expresiones de ese amor. En consecuencia, Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
Nuestras Islas de Ibiza y Formentera recibieron en los primeros tiempos la fe cristiana y esa fe fue organizando la vida de sus habitantes. Restos de lugares religiosos, como es la capilla de Santa Inés en la zona de San Antonio, los datos sobre los obispos de Ibiza de los primeros siglos, son elementos que nos lo confirman. Y si por diversos motivos la fe cristiana fue alejada de nuestras Islas, Dios, que nos quiere, intervino hace ya más de siete siglos, casi ya ocho, para que nuestras Islas de Ibiza y Formentera recuperaran la fe cristiana.
Teniendo lugar esa celebración en la fiesta litúrgica de la Virgen bajo la advocación de las Nieves –fiesta que en Roma se originó en el siglo IV, bajo el papado del Papa Liberio, también como una intervención divina con amor hacia el pueblo romano- hemos visto que Dios quería pues confirmar, asegurar y prolongar esa intervención poniéndonos como Madre, Maestra y ejemplo a la Virgen María bajo esa advocación.
En nuestras Islas de Ibiza y Formentera hace ya más de siete siglos, como cantamos en los gozos, los conquistadores cristianos catalanes pusieron su operación bajo la protección de la Virgen y le agradecieron su intervención. Con la vuelta de Ibiza y Formentera en 1235 al cristianismo, elemento constitutivo y multisecular de su identidad, fue tenida desde entonces la Virgen María bajo esta advocación romana, como Madre y Protectora de Ses Illes Pitiuses. Y esta iglesia, que en 1782 fue elevada al rango de Catedral, es la casa donde nosotros recibimos, acogemos a la Virgen: es nuestro santuario mariano.
Acudir hoy y siempre ante la Virgen de las Nieves en su casa, que es nuestra casa, es no sólo una expresión de la identidad secular pitiusa, sino también una posibilidad de recibir su bendición y su ayuda para nuestra vida, para nuestras actividades, para nuestras opciones, para nuestros deseos. No acudir, ni aprovechar su amor y su ayuda es, así de claro, un paso hacia el fracaso, hacia la negación, hacia el vacío.
Con nuestra adhesión, devoción, a imitación de la Virgen, que nosotros veneramos con ese hermoso título de las Nieves, de Santa María, podemos aprovechar y servirnos de la bendición y la ayuda de Dios para favorecer, fomentar y conservar nuestra fe, animar nuestra esperanza y ejercitar la caridad. Una fe que es necesaria para vivir en el mundo como se debe vivir; una fe que es fuente imprescindible para ser alegres y coherentes. Como nos dice el Papa Francisco “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría.” (EG, 1). Sin las actuaciones propias de la fe, no se va por buen camino; con actuaciones contrarias a la fe se camina por un camino equivocado. La historia nos le enseña y nos le demuestra de forma bien clara.
La Virgen de las Nieves es un regalo más, un regalo extraordinario del amor de Dios a Ibiza y Formentera. El Evangelio de San Juan que hemos proclamado en esta celebración nos ha presentado a Jesús, lleno de amor desde la Cruz para nuestra salvación, que nos da como madre nuestra a quien fue Madre suya.
a) María estaba presente junto a la Cruz. En el Nuevo Testamento se nos dice que la Virgen estuvo presente en cada uno de los tres momentos constitutivos del misterio cristiano: la Encarnación en Nazaret, el Misterio Pascual y la venida del Espíritu Santo en Pentecostés.
María al pie de la Cruz: la Cruz, el Calvario es el momento que inicia la entrega y la glorificación de Jesús, porque si no hubiera muerto, no habría resucitado. En la muerte de Jesús en la Cruz se nos revela la identidad y la gloria de Jesús. En ese momento, en el Calvario se pasa de la antigua a la Nueva Pascua, de la antigua a la Nueva Alianza. Presentándonos a María al pie de la Cruz nos la pone en el corazón mismo del misterio pascual. Y la acción de María no acaba ahí: sino que asiste a la glorificación de Jesús. María ha visto la gloria de Dios, que es el amor. Y María nos lo dice. Aquí, en las Pitiuses, nos dice cuánto nos ama Dios.
b) “Mujer, ahí tienes a tu hijo” “Hijo, ahí tienes a tu madre”. En ese momento el discípulo Juan representa a todos los discípulos de Jesús, a todos nosotros. Y así, todos son entregados por Jesús a María como hijos suyos, del mismo modo que María fue dada a todos como Madre. ¡Qué regalo grandioso de Dios! ¡Qué regalo de Jesús con sus Palabras, con su gracia. Jesús en su pasión da todo: nos dio su cuerpo cambiando el pan natural en su Cuerpo en la Eucaristía, nos da a su Madre cambiándola de madre de uno en madre de todos. Acojamos, pues, ese regalo de Jesús.
c) “Y desde aquella hora, el discípulo la acogió en su casa”. Aquí se nos presenta las relaciones de María: con Jesús es madre y discípula; con la Iglesia, con nosotros, es Madre y maestra, es decir, protectora y modelo ejemplar. El Beato Pablo VI, en la clausura de la III sesión del Concilio Vaticano II atribuyó a María el título de Madre de la Iglesia. Estas son sus palabras: “Por eso, a gloria de la Virgen María y para consuelo nuestro, declaramos a María Santísima Madre de la Iglesia, es decir, de todo el pueblo cristiano, tanto de los fieles como de los Pastores, que la llamamos Madre amadísima; y establecemos que con este título el pueblo cristiano, desde ahora en adelante, tribute aún más honor a la Madre de Dios y le dirija sus súplicas”. (Alocución de Pablo VI en la clausura de la II Sesión del Concilio Vaticano II, 30, 21 de noviembre de 1964).
El discípulo la recibió en su casa. Dos sentidos tiene esta frase: la llevó a su casa, y en este sentido con mis sacerdotes he potenciado que su imagen esté en nuestras casas y en estos días expuesta a la vista de todos y esto lo seguiremos animando en los años posteriores. Y también quiere decir: la tuvo entre las cosas que le son más queridas. Que sea así entre nosotros, que entre las cosas más queridas, esté la Virgen María, que en Ibiza y Formentera llamamos Santa María, la Virgen de las Nieves.
Ante la Virgen, aprendamos todo esto celebrando su fiesta. Y quiero concluir esta reflexión citando un poema que el 30 de julio de 2009, estando aquí en la Catedral Don José Planells Boned, gran sacerdote ibicenco fallecido el año pasado y cuyo recuerdo en mí y en muchos está vivo, escribió y nos legó enseñándonos, como sacerdote, a estar y aprender de la Virgen María:
“Vos, Verge Santa Maria,
que presidiu aquest temple,
ens atrau eixa bellesa
de ser Mare de Déu
i també la nostra mare.
Ho son germains de Jesús
com ell ho ha proclamat.
Per aixó, els predecesors
exaltaren vostres dons
amb la formosor de l’art
que orna aquest ámbit sagrat,
per sentir-nos devots i cantar
al so de l’orgue
els salms de nostra lloança.
Han passat ja molts segles
vivint a la vostra empara
com a poble pitiús.
Ara que els costums canvien
no ens deixeu mai de la mà
que el carácter marià
marqui sempre nostra história.
M’agrada estar als vostres peus
i resar amb humilitat,
curau la meua feblesa,
les flaquedats dels germans.
Féu fugir al temptador,
sense aquesta ajuda bona
que del Fill aconseguiu
no podríem subsistir”.
Deja tu comentario
You must be logged in to post a comment.