Un año más, con el favor de Dios, celebramos esta fiesta del Primer Domingo de Mayo que aquí, en Santa Eulalia tiene una dimensión extraordinaria y puede ser un momento que contribuya a favorecer y beneficiar a todos los habitantes, sin exclusión de ninguna, ya quienes, por buenos motivos, se acercan hasta aquí.

Esta fiesta tiene un origen religioso. Una leyenda popular habla del derrumbe de una iglesia en el lugar hoy conocido como «Iglesia Vieja» sin que nadie sufriera ningún daño, leyenda que está confirmada por documentos que avalan un ataque turco producido en 1543. Por supuesto que la gente del «Quartó del Rey» recordó durante mucho tiempo aquel suceso, especialmente porque significó, unos años más tarde, que se construyera un templo nuevo en sustitución del anterior, muy maltratado aquella jornada y anticuado en su sistema de fortificación. Por eso, después se construyó esta iglesia nueva de Santa Eulalia, la que hoy nos acoge, inaugurada con una solemne misa cantada el 12 de febrero de 1568.

El evento de aquella vieja iglesia, unido después a la celebración de la fiesta de la Virgen del Rosario al inicio de mayo, son pues los elementos que dieron origen a esta fiesta, un origen que debe ser conservado y no olvidado ni borrado. Una fiesta, pues, nuestra, que es religiosa. Así, el elemento central de esta fiesta es la Misa solemne, con la participación de los estamentos políticos, eclesiásticos y sociales, completando la fiesta con otras actividades con el baile payés tanto a la salida de Misa como ante el ayuntamiento, los desfiles de carros y vehículos antiguos por las principales calles del pueblo. La fiesta continúa toda la tarde hasta la noche con conciertos de música, ferias y exposiciones, así como la procesión desde aquí a la capilla de Lourdes con la imagen de la Virgen María.

Y siendo una fiesta religiosa que se celebra bien, se van añadiendo nuevas y buenas cualidades a esta fiesta. Quiero recordar una: el año 2011 el calendario era igual que el de este año y así el 1º de mayo de este año fue también la fiesta del Primer Domingo de Mayo en Santa Eulalia. Y este año, es el único, yo no pude asistir a la fiesta con vosotros. El motivo fue que ese día yo estaba en Roma porque fue la beatificación del Papa Juan Pablo II, a lo que yo quiero y admiro tanto y con el que trabajé casi 11 años y que me nombró Obispo de Ibiza.

Por esta beatificación y para ponerla en la Catedral yo compré una imagen de Juan Pablo II y canónicamente no podía ser colocada hasta después de la beatificación. Beatificado este día por la mañana, antes de irme a Roma se la entregué al Rector aquí, a Don Vicente Ribas, y le sugerí, admitiéndolo él, que este día, este Primer Domingo de Mayo, aquí saliera la imagen en la procesión. Con ello, este pueblo de Santa Eulalia, entre los méritos y muchas cosas positivas que tiene, fue el primer pueblo de España, y tal vez de Europa, donde se hizo una procesión con la imagen de Juan Pablo II. Y es un hecho que yo he divulgado y dado a conocer en muchas partes.

Un hecho, pues, que nos enseña que haciendo las fiestas bien y con elementos buenos, un pueblo adquiere cualidades y decoraciones. Ojalá, pues, con la colaboración y la participación de todos y la elección de cosas buenas, en Santa Eulalia siga siempre así por este camino.

En la Santa Misa escuchamos la Palabra de Dios, como los discípulos escucharon la Palabra de Jesucristo en aquella primera Eucaristía celebrada en Jerusalén, y después, consagrando el pan y el vino, se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Jesús. Con la acogida de la Palabra y el compromiso de cumplirla, y con la recepción, hecha de manera digna, de la Sagrada Comunión, nos unimos y nos unimos con Jesús, y Jesús con Dios, Uno y Trino.

La Palabra de Dios, tomada del Evangelio de San Juan que hemos escuchado esta mañana aquí y que se proclama hoy en toda la Iglesia nos presenta tres promesas que Jesús hace en este discurso de la Última cena, unas promesas no realizadas sólo los Apóstoles que estaban en aquella noche con Él sino a todos los discípulos, a todos los creyentes, nosotros también. Y unas promesas que son la respuesta al programa que Jesús nos propone: «Lo que me ama guardará mi palabra», (Jn 14,23).

Con esta expresión Jesús nos dice que nuestro amor por Él se demuestra con el cumplimiento de sus mandatos; no con palabras, no con teorías, sino con hechos concretos, estos mandamientos que, habiéndolos recibido del Padre nos les ha trasladado. Si tenemos amor por Él, como respuesta al amor que Él nos tiene, intentaremos cumplir los mandamientos. Si amamos verdaderamente a Jesús, seremos capaces de comportarnos como Él nos pide. Con el amor real y eficaz a Jesús seremos capaces de cumplir todos los mandamientos, también aquellos que aparentemente nos parecen más difíciles, incluso el martirio porque en ocasiones Jesús es capaz de darnos también la fuerza para ser mártires, como es el caso de su Patrona, Santa Eulalia.

Cumplir los mandamientos  del Señor nos exige conocerlos, lo que conseguimos con la escucha de su Palabra, sea comunitariamente, como en la celebración de la Misa, en las actividades y reuniones comunitarias, sea individualmente, con el estudio, la lectura, la formación. Conociendo la Palabra de Dios, cumpliéndose la, se crece en el amor hacia Él.

Realmente conociendo a Dios, conociendo sus Palabras, sus enseñanzas, uno siente una seducción hacia Él. En este domingo, pues, con sus Palabras ( «Lo que me ama guardará mi palabra») Jesús nos invita a experimentar su amor hacia nosotros y suscitar nuestro amor hacia Él.

Y cumpliendo estos mandamientos, Dios nos hace tres promesas:

a) la primera promesa es su proximidad, la amistad íntima con Él y con el Padre: «mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él.». Dios inició su proximidad con la humanidad creándola, después lo prosiguió cuidándola, la desarrolló con la Encarnación y nos toca a nosotros acogerla y vivirla. Dios quiere estar con nosotros, a favor de nosotros y nos promete estar con nosotros si cumplimos su Palabra.

b) la segunda promesa es el envío del Espíritu Santo: «el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho». El Espíritu Santo viene a nosotros en nuestro bautismo, se completa con la confirmación, y puede estar en nosotros dándonos la fuerza para ser cristianos siempre.

c) y la tercera promesa es la paz: «La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. «Varias veces en el Evangelio Jesús nos anuncia la paz, tanto antes de su pasión como después de la resurrección. No se trata de un simple deseo, sino de un verdadero cumplimiento, una paz fruto de su amistad, de su proximidad, de su gracia.

Jesús nos hace una propuesta: guardar su palabra, nos hace unas promesas si cumplimos esta propuesta. Ante esto correspondamos al amor que Él nos tiene poniendo en práctica sus palabras, las más válidas y útiles para nuestra vida.

Hay una persona que es maestra en todo esto. Es la Virgen. Y acabamos de empezar el mes de mayo, mes dedicado a ella. De la Virgen recibimos su ayuda, su afecto, su afecto. Y también tenemos que aprender de Ella las cosas importantes para nuestra vida, es decir, como ella ser discípulos de Jesús. El libro de los Hechos nos cuenta que la Virgen acogida por San Juan después de la muerte de Jesús en la Cruz, no quedó marginada, sino unida y en comunión con los Apóstoles, con la comunidad cristiana. Así nos dice Lucas que los Apóstoles «hacían oración común con las mujeres, con María, la madre de Jesús, y con sus hermanos (Hech 1, 14), es decir, la Virgen acudía a la oración, a la Misa , a escuchar la Palabra de Dios a fortalecer su vida cristiana. En esto nos da un ejemplo y una enseñanza para todos nosotros.

Estimados hermanos y hermanas que vivamos este mes de mayo promoviendo la devoción a la Virgen y que esta devoción sea expresada en el compromiso de imitarla siempre y en todo

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