- Textos: Isaías 25,6a.7-9; Salmo 41; Romanos 8,31b-35.37-39; Mateo 11,25-30.
- El lunes pasado, encontrándonos los Obispos de la Provincia Eclesiástica en reunión, recibimos una llamada telefónica comunicándonos su estado grave en el Hospital de la Casa de Salud de Valencia, donde llevaba ya varios días ingresado. Y unas horas más tarde, se nos comunicó su fallecimiento, el momento en el que acabó su estancia en la tierra, que había sido de más de 87 años, para iniciar la vida eterna, una vida que para cada uno es el fruto de cómo ha sido la vida en la tierra.
- No reunimos hoy, una semana después de su muerte para pedirle al Señor que lo acoja en su Reino, cumpliendo así una de las obras de misericordia que hemos de cumplir todos: rezar por los vivos y difuntos.
- Monseñor José Gea Escolano, obispo emérito de Mondoñedo Ferrol, falleció ayer a los 87 años de edad en Valencia, donde residía en la actualidad. Nació en la localidad valenciana de Real de Gandía, el 14 de junio de 1929. Doctor en Teología por la Universidad Pontificia de Salamanca, realizó sus estudios eclesiásticos en el Seminario de Valencia y fue ordenado sacerdote en 1953.
- Inició su labor pastoral en la parroquia de San Jaime de la localidad valenciana de Moncada y en la parroquia de Nuestra Señora de Fátima de Valencia, de las que fue titular.
- Compaginó su ministerio sacerdotal con la labor de profesor de Religión, de Teología Moral y Teología Pastoral.
En 1971 fue nombrado obispo auxiliar de Valencia por el papa Pablo VI y su ordenación episcopal tuvo lugar en la Catedral de Valencia. Cinco años después fue nombrado obispo de la diócesis de Ibiza y desde 1987 fue obispo de la diócesis de Mondoñedo-Ferrol, de la que se mantuvo al frente durante 18 años. - En 2005 la Santa Sede aceptó su renuncia al cumplir los 75 años de edad. Desde entonces ejerció su labor pastoral como misionero en la diócesis de Carabayllo, en Perú, hasta que se trasladó a vivir a Valencia, donde ha permanecido los últimos años de su vida.
- Lo que ha hecho José Gea, lo que ha dicho, lo que ha mostrado es un testimonio de Jesucristo y no nos ha ofrecido una interpretación más de Él ya que no ha sido un ideólogo ni un líder social, político o religioso, ha sido un testigo y un maestro, un pastor conforme al corazón de Dios”. Monseñor Gea que “ha demostrado con su vida, gestos y palabras, con su persona y enseñanza, qué es lo que sucede cuando uno se abre y acepta a Jesucristo que está a la puerta y llama”.
- Podemos resumir la vida, persona y obra de José Gea diciendo que fue un testigo de Jesucristo y por ello, también de su esperanza que manifestaba con su constante alegría y su gran humor”. “Su gran pasión fue siempre la Iglesia, servidora de los hombres, y siempre admiré en él su gran humor y su amor e inquebrantable fidelidad a la Iglesia en la que está y mora Cristo
- Don José Gea supo poner dulzura de comprensión en sus palabras pero sin traicionar las exigencias de un mensaje que solo testimoniándolo fielmente se mostrará en toda su realidad y nos hará libres”.
- Aquí en Ibiza tantas personas podemos recordar cosas buenas de su servicio a nuestra Iglesia local. Hace 34 años era yo un sacerdote joven, no hacía aún un año que era sacerdote y en el verano de 1982 con uno de mis hermanos fui a hacer una peregrinación a algunos lugares de España empezando por Alba de Tormes, en la Provincia de Salamanca y acabando en Santiago de Compostela. Al llegar al Monasterio de Alba de Tormes, donde está el cuerpo de Santa Teresa de Jesús pedí poder celebrar la Santa Misa y me dijeron que la iba a celebrar un grupo de unas cincuenta personas que estaba allí con un obispo. Fui, me presenté a ellos y eran fieles de Ibiza y Formentera con Mons. Gea. Me llamó la atención cómo ese Obispo estaba con sus fieles, caminaba con ellos y los animaba y ayudaba a ser cristianos con la evangelización.
- Obras dejó aquí, como por ejemplo la capilla de Ses Países, que después yo he completado por el aumento de la población en aquel lugar. Y una obra muy importante suya, de la cual desde entonces se han beneficiado muchas, muchísimas personas, es la Residencia Reina Sofía para acoger a personas mayores en los últimos años de su vida aquí en la tierra.
- En sus años de estancia y servicio aquí escribió buenos y abundantes libros de fe y caridad, y habló siempre bien de Ibiza y Formentera. Con sus palabras invitaba a personas de Valencia, especialmente sacerdotes, a venir aquí y los acogía en su casa. En una ocasión Mons. Santiago García Aracíl, hoy Arzobispo emérito de Mérida-Badajoz, me contaba que residiendo con él unos días en el Palacio Episcopal antes de cada comida lo sacaba al balcón y le decía: ¡Mira qué maravilla de paisaje! Yo conservo en casa la silla con la que él se sentaba en el balcón disfrutando de ello.
- Promovió la venida a España de la Congregación de las Hermanas de Marta y María. Y en nuestro caso de Ibiza las tenemos aquí desde hace casi doce años gracias a él. A los pocos días de la publicación de mi nombramiento de Obispo de aquí por parte de San Juan Pablo II, viniendo él a Roma vino a saludarme a la Secretaria de Estado. Y hablándome de cómo es Ibiza y lo que aquí puede hacer bien –el seguía queriendo a Ibiza- me propuso que vinieran las Hermanas de Marta y María y hizo la gestión con la Madre Fundadora y así las tenemos sirviendo en la Catedral, en el Palacio Episcopal y en la Residencia Reina Sofía, siendo para mí y para muchos hermanas y amigas. Lo que yo disfruto de las Hermanas de Marta y María en gran parte se lo debo a él.
- Con motivo de la muerte de nuestro hermano, nos hemos reunido aquí en comunidad, y es el Espíritu Santo quien nos ha congregado para que celebremos y experimentemos que Dios es bueno. Reunidos, pues, para orar por Mons. Gea, movidos por la fe que tenemos y agradecidos de su servicio en nuestra diócesis, hemos escuchado la Palabra de Dios.
- El Señor, que es bueno, nos habla hoy y lo experimentamos constantemente: en cualquier detalle de la naturaleza, en cualquier detalle de las personas, en cada uno de nosotros. Dios que es amor y fuente de toda bondad, se va mostrando a través de todas las cosas y personas buenas que conocemos. Y hoy, ahora, también quiere el Señor que experimentemos su bondad.
- Y Dios quiere a los hombres, nos quiere, y por eso nos ha comunicado su Palabra cariñosa, que es una Persona: su Hijo amado. De ahí la ilusión y la alegría, y las ganas que hemos de tener y ya tenemos, de escuchar la Palabra de Dios y celebrar que hoy y aquí nos habla para comunicarnos la Buena Noticia de que Dios es Padre y quiere a los hombres. Y por eso la necesidad de que escuchemos la Palabra de Dios con un
corazón bien dispuesto, sencillo, humilde, y la Palabra de Dios penetrará hasta el fondo de cada uno de nosotros y nos transformará. - La alegría de Jesús. Se habla y se vive poco la alegría profunda de Jesús, esa alegría que nada ni nadie nos puede robar. Y Jesús, profundamente gozoso, desbordante de alegría, da gracias al Padre porque hay personas que le entienden, le quieren y le siguen. Personas que no son precisamente los que más brillan y aparentan en la sociedad, sino personas sencillas que saben sonreír sin fingir, que saben ayudar y servir sin hacer propaganda, que siembran y reparten bondad e ilusión. Que aman profundamente a Dios, sin quizás saber hablar mucho de Él, que saben rezar y han enseñado a rezar, que aman a la Iglesia con sus luces y sus sombras y se han sentido siempre, sin avergonzarse, hijos de la Iglesia.
- Es ese misterio de la gracia de Dios, que se revela y manifiesta, porque el Hijo por medio de su Espíritu quiere a la «gente sencilla». Y hoy lo estamos viendo y celebrando en nuestro hermano, maestro y pastor Mons. José Gea.
- Cada uno de nosotros también hoy, ahora, hemos de sentir y experimentar ese gozo indecible de Jesús. Nosotros que también queremos tener un corazón sencillo y que queremos seguir a Jesús de verdad.
La experiencia de Dios, el tesoro más grande. Este gozo, porque hoy y aquí vemos que la muerte y resurrección de Jesús está dando sus frutos, nada ni nadie nos los pueden quitar. - Cierto que vivimos y pasamos cada uno de nosotros por problemas y dificultades grandes, problemas familiares, económicos, u otros problemas. Pero la experiencia de Dios, su bondad, su fuerza, su presencia, la experimentamos. Y eso es para nosotros un gran tesoro, nuestra riqueza.
- Por eso ahora, como tantas veces lo ha hecho a lo largo de su vida nuestro hermano, conociendo nuestra pobreza y pequeñez, con la fuerza del Espíritu Santo, también decimos: «¿Quién podrá apartamos del amor de Cristo?: ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?». En nuestro caminar, también nosotros «tenemos sed del Dios vivo», del que ya habrá participado nuestro hermano, y nos dejamos guiar por su luz y su verdad hasta el encuentro definitivo con El.
- El banquete definitivo y la lucha contra todo mal
La Eucaristía es ya la participación en ese banquete que Dios hace con su Hijo y al que todos estamos invitados, en el que el manjar suculento es la Palabra gratuita y sobreabundante de Jesucristo, Palabra que se hace Pan para ser comido. Y los que comamos de él viviremos para siempre, nos dice Jesús resucitado. - Pero el comer y beber en el banquete de Jesucristo resucitado, nos compromete a trabajar y luchar contra toda clase de mal, a saber «enjugar las lágrimas de todos los rostros», precisamente porque creemos y seguimos a Jesús resucitado que muriendo y resucitando venció al mal.
- El Señor, que nos ha reunido con motivo de la muerte de nuestro hermano Mons. Gea, os ha hablado, nos ha hecho experimentar su amor y su alegría, amor y alegría que nuestro hermano habrá experimentado ya en plenitud. Vamos ahora a hacer «memoria» de lo que hizo Jesús. Aquello
que «hizo», hace ahora: su Palabra es la misma, su Cuerpo y Sangre gloriosos, también son lo mismo. Estamos invitados, y participamos ya, del Banquete de bodas del Cordero y cada uno de nosotros somos la esposa.
La muerte y resurrección de Jesús ha fructificado en las buenas obras de nuestro hermano. Y nuestra participación en esta Eucaristía y el amor y amistad hacia nuestro hermano nos comprometen a luchar sinceramente contra toda clase de mal, en nosotros o a nuestro alrededor. De esta manera manifestamos con claridad que creemos y queremos a Jesucristo resucitado, y nos preparamos, también nosotros para el encuentro definitivo con El.
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