Nos reunimos hoy y ahora en este templo parroquial de San Antonio para ofrecer esta Santa Misa en sufragio de Sor Damiana  que a sus casi 89 años de edad, de esos vividos la mayoría como Religiosa Trinitaria, ha sido llamada a la nueva vida eterna, completando así sus años de vida en la tierra.

Su muerte anteayer nos ha cogido a todos en al día siguiente  en que yo tuve la muerte física de mi madre, a la misma edad de Sor Damiana. El cristiano está llamado a creer, afirmar y enseñar que para él la muerte no es muerte, no es un final, sino que la muerte física es el inicio de una vida nueva que no terminará nunca. Si nos fijamos bien, en los textos que la liturgia emplea en las celebraciones de las exequias hay una palabra que se pronuncia muchas veces y esa es la palabra vida. Tanto que se podría decir que los funerales no son la celebración de la muerte, sino la celebración de la vida.

Sor Damiana nació en la vecina Isla de Mallorca. Muy joven entró en la Congregación Trinitaria. Las Religiosas Terciarias Trinitarias de Mallorca nacen en 1810 en Felanitx (Mallorca), fundadas por el trinitario mallorquín padre Miguel Ferrer Bauzá, quien redactó la primera Regla de Vida del instituto, inspirada en la regla de san Juan de Mata.

Ejercen su misión liberadora en: la educación integral de niños y adolescentes a través de escuelas de iniciativa social, la educación en la fe a todos los niveles mediante las catequesis parroquiales, la acogida a la infancia marginada en hogares.

Fue enviada aquí a Ibiza y durante 41 años ha estado en el Colegio de la Santísima Trinidad aquí en San Antonio,, siendo Directora y superiora de la Comunidad, así como la pastoral penitenciaria y mucha dedicación a la catequesis sea aquí como en Can Boned.

Fue un alma de mucha vida interior, humilde, sencilla, sacrificada, callada; le gustaba pasar desapercibida, de natural bondadoso y muy amante de la paz, que reflejaba en  su semblante, hasta en los momentos difíciles de su enfermedad. Que el Señor le conceda el premio a sus desvelos por la Congregación.

Respondiendo a la llamada del Señor, ha vivido muchos años, pues, como miembro de la Congregación. Y viviendo como tal, siguiendo la acogida del mensaje divino dejado por el fundador, Miguel Ferrer y Bauça, religioso trinitario es feliz, se hace el bien y se ayuda a los demás. Cada uno de nosotros, que hemos tenido la suerte de conocerla y tratarla, pues nos ha hecho bien, nos ha dado felicidad y hemos recibido ayuda.

C a Dios pidiéndole que produzca muchos frutos, el primero de los cuales un incremento de la vida espiritual de los miembros de la Congregación y los asistidos a los que ella ha servido, ha amado, ha honrado con sus obras y sus palabras, y desde la vida nueva ayude a promover muchas y buenas vocaciones.

ada uno, pues, podría contar tantas cosas buenas en este sentido de Sor Damiana. Yo personalmente empecé a conocer y tratar esta Congregación gracias a ella. Tuve muchos contactos y me hizo celebrar, y así la conocí más, el 200 aniversario de la Congregación.

Celebrar este funeral de la Sor Damiana es antes que nada un momento particular e intenso de fe. Aquí estamos una porción considerable de miembros de la Congregación, sacerdotes y fieles, reafirmando nuestra fe en la resurrección. «Creo en la resurrección de los muertos. Creo en la vida eterna. Amén» decimos cada domingo en la celebración de la Misa. Lo creemos y decimos porque la Palabra de Dios nos lo dice y enseña. «Si estamos unidos a Cristo con una muerte como la suya, lo estaremos también en una resurrección como la suya» (Rm 6,5).

Los cristianos no somos como los otros que no tienen esperanza (1Tes 4,12). Al contrario, delante de Cristo crucificado aceptamos la certeza de nuestra muerte y de su misterio, pero conscientes de que nuestra muerte ha sido vencida por la muerte de Cristo, y con su resurrección nosotros adquirimos una vida sin fin.

Que este sea un momento de fe que no estamos para celebrar una separación o una despedida. Si lo hiciéramos así no seríamos cristianos. Estamos sencillamente acompañando a una hermana nuestra, a una religiosa, a su morada eterna, con la convicción profunda de que con su espíritu está en la Casa del Padre. Y casi casi le estamos diciendo: «Sor Damiana, estamos aquí en comunión contigo que ya estás en la otra orilla de la realidad para que nos marques el camino que lleva serenamente allí.»

Su camino fue la asunción de responsabilidades de la Congregación que le  fueron confiando para el bien de esta viña del Señor.

Hoy y ahora, le decimos: Sor Damiana, continúa interesándote por la Congregación y sus miembros y obras. Ahora, desde el paraíso, ante Dios lo puedes hacer con mayor libertad, con mayor conciencia, con mayor fecundidad, porque delante del Señor, sin velos ni tapujos, puedes pedirle por todos nosotros para que podamos ser cada vez más fieles a los planes unos proyectos de Dios sobre nosotros.

Es un momento de fe, pero también un momento de esperanza. Esperanza en lo que creemos: la entrada en el paraíso, confiando que se haya hecho realidad para Sor Damiana. Creemos nosotros que donde ha entrado Jesús, que es la cabeza, entran cada uno de los que son miembros. Esperemos que un día eso sea una realidad para cada uno de nosotros, como lo ha sido ya para Sor Damiana.

La esperanza nos anima a pensar, además, que ninguna muerte es inútil, pues el Evangelio, siempre y en todas partes buena noticia, nos enseña que «si el grano de trigo muere, produce mucho fruto”.

Encomendamos, pues, la muerte de Sor DamianaNuestra celebración además de un acto de fe y esperanza, es también un acto de caridad. Un de las obras de misericordia es orar por los difuntos. Estamos aquí porque cada uno de nosotros, a su manera y con su estilo, ha querido a la Sor Damiana. .

Demostremos ahora ese amor del modo más elevado, noble y sublime que podemos hacer: con la oración de sufragio. Dios, nuestro Padre nos permite ahora ofrecer este sufragio que es una gracia para ella y un mérito para nosotros. «Es una idea piadosa y santa rezar por los difuntos para que sean absueltos de sus culpas» dice el libro de los Macabeos.

Llegados a este punto de nuestra reflexión, viene espontáneo el sentimiento de acción de gracias. Gracias a Jesús, porque su sufrimiento nos ha alcanzado la salvación. Del Calvario, de sus
sufrimientos paciente y amorosamente aceptados surge para todo el mundo la salvación.

Gracias a la Sor Damiana  porque es legítimo pensar que sus sufrimientos pasados por ella son de utilidad para la Congregación,  para su familia terrena, uniendo sus sufrimientos a los de Cristo. Por eso, su misión no ha terminado. Su con su muerte física han acabado sus sufrimientos humanos y limitaciones, no por ello deja de estar cercana a los suyos ayudándoles y amándoles de un forma nueva, considerando que está ante la gloria junto al Señor Resucitado.

Nuestra querida religiosa está ahora más cerca de Dios y nadie la podrá   separar del amor de un Padre tierno y misericordioso que paga a cada uno su merecido. Así es. En torno a su cuerpo mortal es verdad que sentimos una pena, pero también el convencimiento de que ha comenzado una vida nueva, una vida que es eterna.

Que la oración que elevamos en torno a esta ataúd que contiene su cuerpo terreno sea un acto de gratitud por todo el bien que nos ha hecho, y a la ve una confesión valiente de nuestra fe en la certeza de la resurrección.

Deja tu comentario