El viernes de la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús por los senderos y caminos de las islas subieron los presbíteros a la montaña sagrada de Puig de Missa para celebrar el Jubileo presbiteral de los 450 años de la erección de la frondosa iglesia, protegida al oeste por el ancho soportal y al este por la torre de defensa. En el interior estaba Jesús Sacramentado y la austera estatua monocolor del Sagrado Corazón de Jesús.
Presidió la celebración el sr. Obispo, D. Vicente Juan Segura, y los presbíteros de la parroquia de Santa Eulalia del Río, D. Vicente Ribas Prats y D. José Alexander Quintero Zarta. Entraron procesionalmente por la capilla cantando «Pueblo de reyes, asamblea santa, / pueblo sacerdotal, pueblo de Dios. / Bendice a tu Señor. En la proclamación de las lecturas, propias de la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, de Oseas, los Efesios, y el Evangelio de san Juan, siguió la homilía del sr. Obispo, profundizando los párrafos en que un soldado, con la lanza, atravesó el costado de Jesús, colgado del patíbulo, y al punto salió sangre y agua. Este testimonio que dio el apóstol Juan es lo que deben transmitir los sacerdotes, unidos, como cuerpo de Cristo. Así podrán repetir, con humildad y sencillez, las palabras del apóstol Pablo cuando declara a las familias Cristianas de Éfeso: » y a mí que soy el último de todos los santos, Él, me ha concedido la gracia de anunciar las insondables riquezas de Cristo y de mostrar a la luz, ante todo, como Dios realiza su designio «(Ef.3 , 8-9). Animó, a los presbíteros , a que lo hicieran no sólo personalmente, sino también corporativamente, con hermandad, para ser un testimonio para la iglesia de Ibiza, viviendo y practicando los valores que nos manifestó el Corazón de Jesús.
Siguió la celebración eucarística, toda ella cantada con la Misa de Angelis. En la comunión adoraron a Jesús Sacramentado mientras entonaban «cantemos al amor de los amores …» Y acabada con la bendición se dirigieron a la Virgen de las Nieves cantándole «Siete siglos hace que eres patrona nuestra.»
En los locales de la casa parroquial, voluntarios y voluntarias, habían preparado el ágape de hermandad gentilmente servido por ellos mismos. Y cuando ya el sol comenzaba a declinar, bajaron a sus parroquias para manifestar a los propios parroquianos la alegría y el compromiso de haber convivido la fraternidad sacerdotal.
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