1.- Hoy, en toda la Iglesia universal se celebra la Solemnidad del Sagrado Corazón, y nosotros, unidos a todos nuestros hermanos sacerdotes de todo el mundo que en estos días, anteayer, ayer y hoy, están celebrando el Jubileo Sacerdotal con el Papa Francisco, nos hemos reunido en esta Iglesia Catedral de nuestra Diócesis, para celebrar también este Jubileo.

Con alegría y responsabilidad hemos comenzado, desde el pasado mes de diciembre, el Año Jubilar de la Misericordia. Con alegría por lo que es y nos produce la misericordia divina; con responsabilidad porque, hemos de ser misericordiosos como Dios es misericordioso con nosotros y, a la vez, ser instrumentos eficaces para que los fieles que a cada uno Dios nos ha confiado, disfruten de la misericordia de Dios y sean misericordiosos. ¡Qué hermosas serán Ibiza y Formentera si conocen, disfrutan, viven y transmiten la misericordia de Dios! Y, en gran parte, eso es responsabilidad nuestra: forma parte de la misión que nos fue encomendada con nuestra ordenación sacerdotal y que en los años de nuestro servicio aquí en la tierra hemos de poner bien en marcha.

Dios nos ha prometido que nos dará Pastores según su corazón. Así lo leemos en Jeremías 3, 15. Y así, cumpliendo ese encargo que le ha dado Dios, el Papa Francisco nos ha hecho un regalo maravilloso y señalado una tarea fenomenal convocándonos este Jubileo que nos recuerda que el Corazón de Jesús es el rostro, la expresión de la Misericordia de Dios. No cabe duda que contemplando el Corazón de Jesús, un Corazón que fue traspasado y del que brotó sangre y agua, descubrimos en Él una fuente inagotable de Misericordia: el amor y la ternura de Dios brotan del Corazón de Jesús, un Corazón que se hizo carne como la nuestra, indicándonos así que nosotros podemos y debemos ser de esa manera.

2.- El hecho de que tengamos este encuentro nuestro en este día, fiesta del Sagrado Corazón, dentro del mes dedicado al Sagrado Corazón nos podemos preguntar: ¿qué es la devoción al Sagrado Corazón de Jesús? Podemos ver que ha existido desde los primeros tiempos de la Iglesia, meditando en el Corazón abierto de Jesús de donde salió sangre y agua (Jn 19,34). El Corazón de Jesús simboliza y expresa el amor misericordioso hacia nosotros, un amor totalmente desinteresado hacia sí mismo: no es en beneficio suyo sino en beneficio hacia nosotros.

Con su ejemplo y con su acción el Corazón de Jesús hace nacer la Iglesia y abre las puertas del cielo. Así, con su reinado establece la civilización del amor, venciendo al odio, las malas pasiones y las pulsiones de violencia.

La palabra devoción sabéis que significa dedicarse, entregarse a la persona amada. Devoción, pues al Corazón de Jesús es entregarse, acercarse a Jesús mismo que nos manifiesta su amor por nosotros y nos muestra su corazón como símbolo de ese amor. Y acercarse a Jesús de forma eficaz, clara y consciente en nuestra vida en la tierra es algo grande, feliz, maravilloso.

La Iglesia, entre las muchas cosas que nos presenta y ofrece para nuestro bien nos invita y anima a esta entrega y cercanía a Jesús, conociéndolo más y mejor, honrándole y sirviéndole, lo cual es una perfección y un envío hacia la práctica de la caridad y el amor a los demás.

Basta con echar una ojeada rápida y vemos que en el mundo hay tristeza, hay guerras y persecuciones, que provocan tantas emigraciones, conflictos, desengaño, desencanto. En una sociedad en la que a veces falta tanto amor, en la descubrimos a veces tantas agresiones, tantas persecuciones, mientras vemos a tantas personas que son víctimas de la falta de amor y respeto de sus hermanos, recurrir al amor de Dios manifestado en el Sagrado Corazón puede ser la ayuda que necesitamos para vivir bien y colaborar a que los demás puedan vivir bien por la práctica y la difusión del amor que vemos en el Corazón de Jesús. Todos los cristianos, y empezando y animando ello nosotros, los sacerdotes, estamos llamados de forma especial a vivir generando entusiasmo y misericordia en nuestro mundo, y hacer eso desde la alegría, la responsabilidad y el convencimiento de que el Corazón de Jesús nos ama.

El mes de junio está dedicado al Sagrado Corazón. Celebrando hoy su fiesta quisiera que ello nos moviera a todos a ser propagadores, continuadores de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús a nuestros fieles. Cuando un entre en muchas de nuestras parroquias, allí está la imagen del Sagrado Corazón. ¿Es una decoración sólo? Sería un fallo grande por parte nuestra que fuera así.

Ojalá que nosotros, y nuestros fieles animados por nosotros, nos dirigiéramos continuamente a Él con las oraciones populares: “Jesús, manso y humilde de corazón, haced nuestro corazón semejante al Tuyo”; “Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío”

Con la devoción,  que como he dicho antes, es dedicarse y entregarse a la persona amada, al Sagrado Corazón de Jesús se puede llenar nuestra vida de alegría e ilusión, de ganas de evangelizar, de ganas de servir y ayudar a los demás. Nuestro mundo, sea consciente o no, tiene necesidad de Cristo, y por eso es tarea de todos los creyentes llevar el mundo hacia Cristo, acercar a los hombres y las mujeres de nuestro ambiente al corazón de Cristo. Que esa devoción al Corazón de Jesús sea una de nuestras características.

3.- Y ahora un poco de reflexión sobre el año jubilar. La contemplación del Corazón de Jesús nos hace descubrir una fuente inagotable de misericordia: el amor y la ternura de Dios brotan del Corazón de Jesús, que es la misericordia encarnada.

Esa misericordia de Jesús, hecha por encargo del Padre, no es una teoría, sino algo que es la vida, la actividad, la palabra de Jesús. Jesús no pasó nunca de largo sino que ante cualquiera con quien se encuentra, se para y atiende en lo que necesita. Así, las curaciones de los enfermos, dar la vista al ciego de Jericó, a los dos ciegos de Cafarnaúm, al de Betsaida, al ciego de nacimiento en Jerusalén. Y en la doctrina enseña la misericordia, como en la parábola del buen samaritano.

Este año, pues, de la Misericordia ha de ser un tiempo en que viendo como ama el Corazón de Jesús, así ame nuestro corazón: es lo que debemos pedir en la oración: Jesús, manso y humilde de Corazón, haced nuestro corazón semejante al Tuyo”.

Jesús es misericordioso porque es manso y humilde. Tenemos, pues, mucha tarea en este año. No perdamos el tiempo. Pongámonos en manos a la obra. Nosotros, los sacerdotes, hemos de procurar se las manos, los pies, los ojos de Jesús en medio de nuestros hermanos: vivamos así la realidad, y así sea un año especialmente de gracia

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