El pasado 19 de marzo la Iglesia conmemoró la Solemnidad de San José, esposo de la Virgen María. En la diócesis de Ibiza la Parroquia de San José celebró el día de su Patrón al mismo tiempo que se inauguró el Año de San José declarado por el Papa Francisco e iniciado el 8 de diciembre del pasado año. Durante la homilía, D. Vicente Ribas Prats, el Administrador Diocesano, destacó su figura como “hombre creyente en la fe, sin fisuras, ante el misterio que tenía delante”. También resaltó a San José como modelo de Padre, en el día dedicado a todos ellos, el cual “hizo de su hogar un verdadero templo en el que Dios ocupaba el centro de todos sus pensamientos y trabajos”. D. Vicente también animó a todos los padres cristianos a aprender de él ya que, -como añadió-, “la Iglesia empieza en la Familia.”
Días antes de esta celebración, se hizo pública la carta del Administrador dedicada a toda la diócesis sobre este año especial declarado por el Papa Francisco. En esta carta comunicaba que para favorecer la devoción a san José y que los fieles de Ibiza y Formentera puedan alcanzar las indulgencias concedidas por el papa Francisco, los templos diocesanos permanentes para este año serán: el de san José de Sa Talaia en Ibiza y Nuestra Señora del Pilar en Formentera. A su vez ha invitado a las parroquias de la diócesis a organizar una peregrinación a alguno de ellos entre el 20 de marzo y el 7 de diciembre del presente año; siempre respetando la normativa sanitaria establecida por la autoridad competente en cada momento.
Este año dedicado a san José, el esposo de la Santísima Virgen María, se clausurará, como ha indicado el Papa, el día 8 de diciembre. Aquí en Ibiza será en la celebración solemne de la eucaristía que tendrá lugar en la Catedral.
HOMILÍA:
POR D.VICENTE RIBAS PRATS
“Jesucristo, tenido ante los hombres por hijo de José, al que estuvo sometido, y al que tantos reyes y profetas anhelaron contemplar, este José no solamente lo vió sino que conversó con él, lo abrazó, lo besó con afecto paternal y con cuidado solícito alimentó al que el pueblo fiel comería como pan bajado del cielo para la vida eterna”. Con estas palabras introducía el papa Pío IX la figura de san José al proclamarlo, en el año 1870, patrono de la Iglesia Católica y estableciese que su fiesta se celebrase solemnemente el 19 de marzo.
Son innumerables las pruebas que la historia de la Iglesia recoge de la devoción a san José. También nosotros, los cristianos de Ibiza y Formentera podemos dar cuenta de ello, pues en el año 1726, los habitantes de la zona comprendida entre Es Vedrá y Benimussa le pidieron al arzobispo de Tarragona, D. Manuel de Samaniego y Jaca, que se edificase una iglesia donde poder celebrar los sacramentos y otros actos de piedad cristiana y que fuese como el centro no solo de la vida religiosa, sino también social de quienes vivían en el mencionado territorio. El 15 de agosto de 1729 se celebró en el lugar elegido para la edificación del templo la primera misa y al año siguiente comenzó la construcción de este nuevo templo que estaba dedicado a san José. En 1731 finalizó la construcción de lo que en el año 1785 se convertiría en este templo parroquial de san José.
Pero, ¿qué sabemos de san José más allá de lo poquísimo que nos dice el evangelio? No nos ha quedado ninguna palabra de él; su lenguaje es el silencio, tan sólo conocemos que desempeñaba un trabajo manual humilde y fatigoso, por el que Jesús era conocido como “el hijo del carpintero”. Ya no sabemos nada más.
Pues bien, para hacer un retrato de san José, de quién fue san José, cuál fue su misión, y cómo la realizó, nada mejor que escuchar los textos litúrgicos de esta misa. ¿Qué dicen de él? Nos fijamos sobre todo en el prefacio en el que se nos dice que San José es el hombre justo que Dios dio por esposo a la Virgen María. Pues él, a lo largo de su vida, tuvo que hacer frente a acontecimientos de diverso orden, unos en lo personal, al tener que desafiar las costumbres sociales de la época, otros de orden social y político que ponían en peligro la vida de los miembros de la unidad familiar de Nazaret.
Decir hombre justo es lo mismo que decir bueno, hombre recto, hombre fiel: a san José se puede aplicar con toda justicia las palabras del Salmo 1: «Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos ni entra por la senda de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los cínicos, sino que su gozo es la ley del Señor, y medita su ley día y noche«. San José es el hombre obediente en todo a la voluntad de Dios, obediencia que lleva a cabo en silencio, sin darle ni darse importancia. San José fue sobre todo el hombre creyente en la fe sin fisuras ante el misterio que tenía delante. Él es el hombre justo, porque como Abrahán, y sobre todo como María, creyó a Dios.
San José es el esposo de María. Lo que esto significa se nos dice claramente en el prefacio: él es el que Dios puso al frente de su Familia para que, haciendo las veces de padre, cuidara de Cristo, el Hijo de Dios, concebido por obra del Espíritu Santo en el seno de María la Virgen. Así es; San José es el protector de la Familia de Dios, es decir, de Jesús y María. Pero san José no sólo da protección física a la Familia de Dios, sacándola adelante con su trabajo, con sus desvelos, con su sudor, sino que también le da protección legal ante la sociedad, evitando así el escándalo de la maternidad divina de María. Por eso cuando José toma la decisión de abandonarla, al comprobar los signos de su maternidad en la que él no ha tenido parte, recibe el aviso del ángel: «José, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo«. Y José obedeció a Dios y se hizo cargo de María y de Jesús como de su propia familia, y a ella se consagró por entero y hasta el final de sus días con amor de esposo y de padre.
José vivió, trabajó, luchó para sacar adelante a su familia, a Jesús y a María. Como hemos rezado en la oración de entrada de la misa, a José, a su fiel custodia, Dios confió los primeros misterios de la salvación de los hombres, le confió la guarda y protección del misterio de la encarnación, por donde comienza la obra de nuestra salvación. Si a María le debemos el habernos dado a Cristo, engendrado en sus entrañas por obra del Espíritu Santo, a San José le debemos que este misterio admirable pudiera llevarse a cabo sin que nadie se escandalizara, sin que nadie sospechara nada hasta que llegó su hora, la hora de Jesús. Este es san José, el hombre justo, el servidor fiel y prudente, que en premio a sus desvelos tuvo la gran suerte, la enorme suerte de morir en los brazos de Jesús y de María. Del humilde hogar de Nazaret, José pasó al hogar del Padre en la gloria del cielo. ¿Cómo no iba a pasar si aquí fue despedido por Jesús y por María?
Hoy es el día del padre, y san José aparece como modelo de padre respecto de Jesús y de esposo con relación a María, él es el hombre justo, el hombre creyente, el hombre obediente a la voluntad de Dios, que hizo de su hogar un verdadero templo en el que Dios ocupaba el centro de todos sus pensamientos y trabajos. Algo tendrían que aprender los padres cristianos de hoy del ejemplo de San José. Ojalá así fuera: porque la Iglesia empieza en la familia, y si en la familia está ausente Dios difícilmente los hijos lo encontrarán en la Iglesia, porque no vendrán.
Como conclusión, quiero hacerme eco de las palabras con las que habla el papa Francisco de san José en la carta apostólica “Patris corde” diciendo de él que es: padre amado, padre en la ternura, padre en la benevolencia, padre en la acogida, padre en la valentía creativa, padre trabajador y padre en la sombra. Por todas estas cualidades, san José nos enseña que tener fe en Dios incluye además creer que Él puede actuar incluso a través de nuestros miedos, de nuestras fragilidades, de nuestra debilidad. Y nos enseña que, en medio de las tormentas de la vida, no debemos tener miedo de ceder a Dios el timón de nuestra barca. A veces, nosotros quisiéramos tener todo bajo control, pero Él tiene siempre una mirada más amplia (n. 2).
San José, padre de Jesús y esposo de María, ruega por todos los hombres, mujeres, jóvenes, niños y niñas de Ibiza y Formentera.
Que así sea.»