• En este domingo, tercer domingo de Cuaresma, preparación para la gran fiesta de la Pascua, en esta Parroquia, que lo tiene como titular, celebramos la fiesta de San José, una fiesta importante porque nos presenta a la persona que Dios eligió como padre en la tierra en su venida para nuestra redención y salvación.
  • Muchas personas llevan en nombre de José, Josefa, de Pepe, Pepita y en este día celebran su onomástico. A todos, entre los que se encuentran mi padre, mi madre, mi hermano, mi abuelo, primos etc., así como muchos amigos, mi más cordial y fraterna felicitación.
  • Hoy quiero compartir con vosotros, hermanos y amigos un poco de reflexión sobre San José.
  • San José tuvo un papel esencial: Dios le encomendó la gran responsabilidad y privilegio de ser el padre adoptivo del Niño Jesús y de ser esposo virginal de la Virgen María. Como sabemos no era el padre natural de Jesús, quién fue engendrado en el vientre virginal de la Virgen María por obra del Espíritu Santo y es Hijo de Dios, pero José lo adoptó amorosamente y Jesús se sometió a él como un buen hijo ante su padre. ¡Cuánto influenció José en el desarrollo humano del niño Jesús! ¡Qué perfecta unión existió en su ejemplar matrimonio con María!
  • Las principales fuentes de información sobre la vida de San José son los primeros capítulos del evangelio de Mateo y de Lucas. En los relatos no conocemos muchas palabras expresadas por él, pero sí conocemos sus obras, sus actos de fe, amor y de protección como padre responsable del bienestar de su amadísima esposa y de su excepcional Hijo.
  • El Evangelio que hemos escuchado (Mt 1,16.18-21.24a) nos lo presenta como una persona que escuchó la Palabra de Dios, la acogió, la cumplió y como consecuencia sus obras en los años de estancia en la tierra fueron buenas y a favor de Dios y de todos.
  • En efecto, era una persona enamorada de la persona con la que pensaba casarse y su amor, como debe ser todo el amor, es para querer, para ayudar, para proteger y, fiándose de ella, nunca para causar un daño. Y queriendo a esa mujer llamada María resultó que ella esperaba un hijo  por obra del Espíritu Santo. A través del ángel Dios le anuncia la Encarnación que se ha realizado en su esposa, siempre Virgen. José, escuchando esa Palabra, por mandato divino acepta y se hace cargo de aquella gestación milagrosa, recibiendo en casa a María, convertida en su mujer y al Hijo de Dios, que se desarrolla en su seno y crecerá –una vez nacido- con la leche de María y el trabajo de José.
  • La petición que le hace Dios a José implica una respuesta total por su parte; si no fuera así, no podría ir adelante el proyecto divino. José con su actuación cumple la Palabra de Dios, hace posible que Jesús venga a la tierra y que la su esposa, siempre virgen, sea entonces Madre de Jesús y después Madre de la humanidad.
  • Si Jose hubiera hecho las cosas como pensaba antes de conocer y cumplir la Palabra de Dios no hubiera tenido lugar entonces la encarnación del Hijo de Dios para la salvación de la humanidad. En efecto, José no quería denunciar a María por esperar un hijo sin su acción y como la quería no la denunciaría sino que la repudiaba.
  • Y que le hubiera sucedido entonces a María. En la Ley judía si una mujer in estar casada esperaba un hijo, era castigada. Como decía la ley: «castigar a quien comete pecado, en este caso, adulterio». Pero Dios mira a las personas, a todas las personas, con amor y misericordia, con posibilidad de perdón y no con ganas de castigo. Y para evitar que María fuera castigada, le cuenta a José la verdadera historia, José se la cree y en consecuencia protege a María. Y así, como hemos dicho en el Evangelio, José hizo lo que le había mandado el ángel. “Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer. Y sin haberla conocido, ella dio a luz un hijo al que puso por nombre Jesús.” (Mt 1, 24-25).
  • Tomó sobre sí todo el misterio de la Maternidad. Se puso “todo entero” a disposición de la Divina Voluntad. La auténtica experiencia de Dios impulsa a realizar toda acción con la conciencia de que es Dios mismo quien la quiere, la hace posible y la realiza. Su generosidad fue grandiosa: puso a disposición de Dios su matrimonio, su legítima felicidad conyugal; renunció al connatural amor conyugal para vivir la virginidad en el matrimonio. Sabía que su felicidad estaba en hacer feliz a su esposa y a su hijo. Puro servicio: todo él para María y para Jesús. En cuanto esposo: todos los cuidados de María sobre él.  Y por todo ello padre putativo haciendo todos los cuidados de llevar a Jesús adelante sobre él y todo el fruto de un Jesús enviado por el Padre Dios
  • En San José aparecen muchas virtudes, que se concretan en las obras de su vida; así, vemos en él: la virginidad, la humildad, la pobreza, la paciencia, la prudencia, la fidelidad que no puede ser quebrantada por ningún peligro, la sencillez y la fe; la confianza en Dios y la más perfecta caridad. Cumplió con  amor y entrega total, el encargo que, en beneficio de la humanidad le confió Dios con total fidelidad.
  • San José es también modelo incomparable, después de Jesús, de la santificación del trabajo corporal. Por eso la Iglesia ha instituido otra fiesta de S. José, como trabajador, como obrero, que celebramos el 1 de mayo, presentándole como modelo sublime de los trabajadores.
  • San José ejerció sobre Jesús la función y los derechos que corresponden a un verdadero padre, del mismo modo que ejerció sobre María, virginalmente, las funciones y derechos de verdadero esposo. Ambas funciones constan en el Evangelio. La relación de esposos que sostuvo San José con la Virgen María es ejemplo para todo matrimonio; ellos nos enseñan que el fundamento de la unión conyugal está en la comunión de corazones en el amor divino. Para los esposos, la unión de cuerpos debe ser una expresión de ese amor y por ende un don de Dios. San José y María Santísima permanecieron vírgenes por razón de su privilegiada misión en relación a Jesús.
  • En Belén tuvo que sufrir con la Virgen la carencia de albergue hasta tener que tomar refugio en un establo. Allí nació el Jesús, Hijo de Dios, y él los atendía a los dos como verdadero padre. Cuál sería su estado de admiración a la llegada de los pastores, los ángeles y más tarde los magos de Oriente. Referente a la Presentación de Jesús en el Templo, San Lucas nos dice: «Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él». (Lc 2,33). Después de la visita de los magos de Oriente, Herodes el tirano, lleno de envidia y obsesionado con su poder, quiso matar al niño. San José escuchó el mensaje de Dios transmitido por un ángel: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle» (Mt 2,13). San José obedeció y tomo responsabilidad por la familia que Dios le había confiado. San José tuvo que vivir unos años con la Virgen y el Niño en el exilio de Egipto.
  • El ejemplo de san José es una fuerte invitación para todos nosotros a realizar con fidelidad, sencillez y modestia la tarea que la Providencia nos ha asignado. Pienso, ante todo, en los padres y en las madres de familia, y ruego para que aprecien siempre la belleza de una vida sencilla y laboriosa, cultivando con solicitud la relación conyugal y cumpliendo con entusiasmo la grande y difícil misión educativa.
  • Que san José obtenga a los sacerdotes, que ejercen la paternidad con respecto a las comunidades eclesiales, amar a la Iglesia con afecto y entrega plena, y sostenga a las personas consagradas en su observancia gozosa y fiel de los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia. Que proteja a los trabajadores de todo el mundo, para que contribuyan con sus diferentes profesiones al progreso de toda la humanidad, y ayude a todos los cristianos a hacer con confianza y amor la voluntad de Dios, colaborando así al cumplimiento de la obra de salvación.
  • San José, un santo, pues, lleno de buenos ejemplos de fidelidad a Dios, de amor a su familia con los necesarios cuidados. La devoción del pueblo a San José hizo que El Papa Pío IX, atendiendo a las innumerables peticiones que recibió de los fieles católicos del mundo entero, y, sobre todo, al ruego de los obispos reunidos en el concilio Vaticano I, declaró y constituyó a San José Patrono Universal de la Iglesia, el 8 de diciembre de 1870
  • Que todo ello, al meditarlo hoy nos ayude a aprender de Él esos buenos beneficios. Y así haremos una Iglesia y una sociedad mejor.
  • Recordando hoy, pues, la figura de san José, OREMOS a nuestro Padre. Oremos por NOSOTROS para que sepamos ser fieles al camino de renovación de nuestra vida. Oremos por TODA LA IGLESIA, por todos los cristianos, para que verdaderamente sepamos ser signo de fidelidad al amor de Dios y de gozosa confianza en la salvación que hemos recibido. Y oremos también, en esta fiesta de familia, para que, así como José ayudó a Jesús en su crecimiento, también dentro de la Iglesia haya suficientes CRISTIANOS DISPUESTOS A DEDICARSE a ayudar a que la comunidad crezca en la fidelidad y la confianza firme en el amor del Padre.

Que la Eucaristía que ahora celebraremos sea para todos gozosa comunión en nuestro camino hacia la Pascua.

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